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Hablillas

Es la moda

Lo que entonces era carencia o penuria hoy es fashionable, o sea, está de moda.

En un principio se trataba de una expresión evocadora cuya definición estuvo ligada a aquella prenda, objeto, medio de transporte o color que se llevó o utilizó mucho durante una etapa. Pasados los años esta expresión fue adoptada en otros campos, como el de la salud, pues cuando varios pacientes acudían al médico aquejados de un mismo mal, en la sala de espera y fuera de ella se pudo oír que la gripe, los vértigos, o las hernias estaban de moda, expresión mal interpretada, mal adoptada porque lo que está de moda se utiliza por propia voluntad y una enfermedad es una alteración producida en el organismo que hace sufrir con intensidad variable.

Evitando el sarcasmo, considerándolo meramente anecdótico, sí es cierto que existen tendencias o proclividades especiales que luego adoptan un aire doctrinal para transformase finalmente en una obsesión. Es lo que ocurre desde hace tiempo con la vigorexia, cuando el cine o los anuncios de las revistas nos enseñaban cuerpos en un ambiente apropiado, sobre una escena impresionante, cargada de percepciones sensoriales capaces de hacerla envidiable. El espectador, el lector captaba el mensaje y al día siguiente comenzaba una de las miles dietas milagrosas que tanto daño han causado.

La anorexia y la bulimia irrumpieron con el engaño como disciplina, con páginas Web como cebo donde se encontraban frases como “la comida que no engorda es la que queda en el plato”, ocasionando enfermedad y muerte. Su estela, desgraciadamente, sigue esparciéndose, no hay competidor que las haya vencido, sin embargo existen otros trastornos alimentarios que disfrazados de buenas costumbres pueden producir desnutrición.

Es el caso de la ortorexia. Hoy es fácil leer entrevistas en las que el personaje justifica su delgadez porque come sano, es decir, alimentos especialmente recomendados por un martilleo publicitario que los diferencia de los menos apropiados con mensajes erróneamente interpretados y que conducen al trastorno referido. Lo que empieza por una lectura intensiva o información detallada de los componentes de una ración, termina desarrollando una obsesión enfermiza en cuanto a la calidad de lo que se va a consumir, concluyendo en la elaboración de una dieta establecida según el  criterio del ortoréxico.

Si hace años llamaba la atención oír al alguien definirse como vegetariano, hoy no nos sorprenden los veganos, los adeptos a la cocina macrobiótica, los adictos al alga espirulina o los consumidores de bichos para mantener la figura. A la reacción natural de repulsión le ha seguido el intento de entender sus beneficios. La pionera, sin saberlo, fue Ana Obregón al declarar que cuando gateaba se comía las cucarachas como si fueran gambas.

Actualmente existe un menú variado a fin de escoger con buen criterio, aunque se prefieren los bocadillos de hormigas fritas, gusanos y saltamontes, recomendando estos últimos por su toque ahumado. No hay duda, la entomofagia tiene una legión de seguidores, así lo confirman ellos en los medios de comunicación. Incluso algunos organismos oficiales la recomiendan para combatir la obesidad y el hambre, aunque llegan tarde.

Tras la guerra civil, la hambruna obligó a comer con la luz apagada para evitar la visión del movimiento interior de la ración. Como no se podía comprar ropa, los pantalones raídos y las medias zancajosas eran de uso obligado. Lo que entonces era carencia o penuria hoy es fashionable, o sea, está de moda.

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