Barloventear, cruzar, ganar, marear, salearse, singlar y surcar son los sinónimos que recoge el diccionario María Moliner de la palabra “navegar”. También alude a desplazarse a través de la red por medio de un navegador. Esto ya se escapa un poco pero entendemos que para esta forma de viajar, el explorador sedente sólo utiliza la pulsación las teclas para ir de un lugar o de un espacio a otro. Sin otro ruido que el producido por los dedos al percutir y sin más brisa que la rapidez al buscar y posarse sobre las letras, el usuario ha llegado al punto de desconectar sin desconectarse, disculpen la redundancia. El ordenador comenzó siendo una máquina que almacenaba información tras procesarla mediante determinados programas para transformase en una ventana por la que nos asomamos al espacio virtual.
Primordialmente nos sirve para trabajar, pero también para compartir aquello que pensamos, escribimos, pintamos, esculpimos, moldeamos y publicamos en esa nueva forma de expresión que son, por ejemplo, los blogs. Las redes sociales las relegamos, porque necesitarían más de las páginas que componen este periódico. En ellos, en los blogs, encontramos prácticamente de todo, además de comprobar el estropicio que ocasiona en la lectura la permisividad -si se me permite el término por referencia a los preceptos- que ha propiciado la nueva ortografía.
Sin desviarnos del rumbo, Rosa de la Corte, miembro del grupo “Escribidores y Palabreros” de Facebook, escribió una reflexión sobre los acentos. “Sin ellos las palabras parecen que están desnudas”, afirmaba mientras por los espacios del renglón escapaba la tristeza. Si nos detenemos en ello, tenemos que darle la razón porque, en realidad, les falta algo, además de dificultar la lectura. Cuando leemos, el sentido de la frase es lo único que tenemos para diferenciar, por ejemplo, el adjetivo “solo” del adverbio.
Ahora, por tanto, hay más palabras con acentos tónicos, como guion, truhan, fio, rio, pia. Ésta última aún se subraya automáticamente en rojo indicando falta grave, sin embargo hoy prácticamente ha desaparecido ese lugar en el bloc de lengua de un niño donde la copiaría diez veces y en columna, como hacíamos en segundo de primaria quienes hoy peinamos canas. En cambio hay profesores que no dudan en anular un examen si ven una “q” haciendo la función de conjunción o pronombre, porque no permiten esta forma escritura en el papel, sin temer las visitas de los padres, sus recriminaciones por el cero patatero y sus amenazas a modo de despedida en casos aislados. Evidentemente, esto no es obra de Internet pero la red lo admite todo y quizás ello ha propiciado esta modernidad –anotada anteriormente- entendida como evolución y criticada precisamente por todo lo contrario como ha recogido tanto la prensa escrita como la virtual.
El tiempo libre es para emplearlo o disfrutarlo como mejor le parezca a quien lo tenga. Sin embargo, cuando estamos ante la pantalla perdemos la noción del mismo por los reclamos de la bandeja de entrada y el encadenamiento sutil y casi adictivo que propicia la navegación virtual. Menos mal que a veces arribamos a buen puerto o recalamos en una playa tranquila.