La abdicación del Rey pone fin a la Transición y da la oportunidad, con Felipe VI, de abordar las profundas reformas que España necesita
El Rey ha prestado su último gran servicio con el anuncio de su abdicación y su inminente sucesión por el Príncipe, futuro Felipe VI. Con una salud minada y con movilidad reducida tras varias intervenciones quirúrgicas, Don Juan Carlos también es consciente a sus 76 años del deterioro de su popularidad tras el episodio de Botsuana, de la erosión de la Monarquía por el caso Urdangarín y de su desconexión con unas nuevas generaciones cada vez menos monárquicas. No obstante, esta fase final de su reinado de 39 años no debería empañar el papel histórico del Monarca como artífice y garante de la modélica Transición desde la Dictadura a la Democracia y como bastión en solitario frente al intento de golpe de estado del 23-F. Con la abdicación de Don Juan Carlos puede decirse que termina la Transición y el rol de la generación que la hizo posible y que se abre la vía para una segunda Transición, ya que el modelo político da muchas señales de agotamiento y precisa de reformas de calado, empezando por la de la Constitución y continuando con la del Estado de las Autonomías, incapaz al final de frenar el separatismo de Cataluña. A sus 46 años, Don Felipe accederá al Trono en plena madurez. Por su talante, su preparación y su cercanía a las nuevas generaciones se espera del nuevo Rey que sea capaz de afrontar con éxito los retos a los que se enfrenta España en esta nueva etapa de su historia.