José Saavedra es un conocidísimo algecireño con unas personalísimas señas de identidad, rezumando ser un especial de pura cepa. En esta entrevista se repasan algunas de ellas.
—¿Por qué se le conoce por ‘El niño Saavedra’?
—De pequeño siempre he tratado con personas mayores y al ser el más chico me decían “niño Saavedra para acá y niño Saavedra para allá”. Además mí padre era Saavedra, un conocidísimo sastre de Algeciras.
—¿Cuántos hermanos son?
—Tengo dos hermanas Rosi que estudió y se hizo cargo de la tienda de ropa de mi padre, y Nieves que ha sido la profesora de muchos niños en la guardería que teníamos en la calle Alfonso XI número 7, lugar donde hemos vivido toda la vida.
—¿Fue al colegio?
—Estuve en La Inmaculada en la calle Panadería. Después al quitar a los niños fui a los Salesianos. Posteriormente pasé al instituto y cuando terminé cuarto me fui a la sastrería con mi padre.
—¿Qué recuerda de esas fechas?
—Hay una anécdota curiosa porque cuando se enteraron que yo hacía la comunión con mi prima, me esperaron para verme porque mi padre para mi comunión me hizo un frac blanco con cola.
—¿Buena posición económica la suya?
—¡Hombre!, mi padre tenía cosiendo para él unas veinte mujeres más los oficiales y estábamos bien acomodados. Mi padre era muy modesto y un gran trabajador. A mí no me gustaba mucho la sastrería porque era un niño de estar en la calle. Pero me mandó con Pepe Luis El Sastre a estudiar en la academia Rocosa de Barcelona. Fue una época muy buena y él me enseñó la ciudad de Barcelona, portándose conmigo como un padre.
—¿Cuánto tiempo estuvo?
—Un par de años y cuando me vine fui al Servicio Militar a Infantería Marina. Estuve en San Fernando haciendo el campamento. Después don José Valero Bianchi me trajo a Tarifa, donde me abrieron un departamento de sastrería y ahí haría más de quinientas banderas españolas. Mi Servicio Militar le costó a mi padre más que si hubiera estudiado una carrera.
—¿Camino emprendido posteriormente?
—De siempre fui un enamorado del Hotel Cristina e iba todas las noches en una Lambretta que me compró mi padre. Cuando finalicé el Servicio Militar conocí allí a una chica inglesa.
—¿Más de un ‘lambrettazo’ pegaría?
—Figúrate. Una vez me la colgó mi padre en la sastrería porque un día atropellé con la Lambretta a un juez y a su novia, que se encontraban sentados en la Cafetería Mercedes. Cuando cogí la curva me los llevé por delante y como era una excelente persona no pasó nada.
—¿Se fue a Inglaterra?
—Tras conocer a esa chica inglesa en el Hotel Cristina me fui de vacaciones a Inglaterra y allí decidimos casarnos. Era la hija de un notario con una firma importante de Londres. Estuve diez años casado, ella hablaba cinco idiomas y era una gran señora, tuvimos un hijo llamado Alan José.
—¿Dónde trabajó?
—Durante un año estuve en un restaurante muy importante donde iban grandes estrellas de la canción y del cine. Después me coloqué de sastre y posteriormente en una tienda vendiendo ropa de calidad. En cierta ocasión me ofrecieron que pasara modelos. Y al verme yo muy bajo de estatura me hicieron zapatos con plataformas y con tacones de diez centímetros, pero como se llevaban los pantalones anchos los disimulaba. Estuve tres o cuatro años haciendo de modelo en Londres y también llevé una discoteca.
—¿Se vinieron para Algeciras?
—Nos venimos para Algeciras y la verdad es que no me portaba bien como marido. Ella se fue para allá y yo me quedé aquí porque estaba harto de Londres, divorciándonos. Me puse a trabajar con mi padre y después monté la discoteca Petrarca de Juan Santos Romero. Yo era el que la llevaba y tuvimos mucho éxito.
—¿Algo en su vida personal a destacar tras su regreso a Algeciras?
—Tuve la suerte de conocer a Angelita Barragán, a la que le tengo que agradecer muchísimo porque junto a ella me cambió mucho la vida. Era guapísima y muy conocida en Algeciras, nos enamoramos y a los ocho meses nos casamos. Y fruto de nuestro matrimonio tenemos tres hijos maravillosos Raquel, José Carlos y Laura.
—¿Qué tal le ha ido el trabajo?
—A lo largo de mi vida he hecho de todo y gracias a Dios he tenido suerte saliendo para delante. He trabajado de todo menos de lo mío, que era de sastre. El que no quería trabajar era porque no quería ya que trabajo había. En discotecas creo que he trabajado en todas las de Algeciras. Estuve en Madrid, año y pico, en una discoteca que era muy normalita llamada El Andamio y la convertí de las primeras siendo visitada por artistas, deportistas y gente importante.
—¿Qué era y es Algeciras para usted?
—Es mi pueblo pero prefiero la Algeciras de antes que la de hoy porque éramos mejores y más nobles, existiendo un gran respeto y solidaridad entre las personas. Gibraltar en aquellos años ayudó a muchas familias de la comarca, porque cuando en otros lugares había mucha hambre, aquí había dinero y comida.
—¿Por qué no le gusta la actual Algeciras?
—He conocido mucho mundo y podría escribir un libro. Algeciras da pena verla ya que las calles están totalmente destrozadas. La solería que han puesto en la plaza de abastos está ya casi totalmente levantada. Todos los monumentos que hay en Algeciras no valen absolutamente nada con el que se le debería poner al tío que nos puso especiales.
—¿Algeciras los fines de semana es una ciudad fantasma?
—Cerrando los comercios es un funeral, no habiendo nadie por las calles. Es una pena porque con tantos habitantes no tenemos ni un cine. En Algeciras, un sábado o un domingo, no hay ni una cafetería en condiciones ni nada donde ir.
—Como siga largando mal de su pueblo, los políticos no se lo van a perdonar.
—Nunca me ha gustado la política y lo que hago es defender a mi pueblo. Porque observo ciudades colindantes con Algeciras que nos han sobrepasado, llevándonos veinte años de adelanto. Aquí en Algeciras no se cuida nada, porque el campo de Elcano donde juegan cuatrocientos niños no se cuida. La verdad que no sé lo que está pasando en Algeciras, porque por día va a peor. Y lo único que les pido a los políticos es que hagan las cosas bien por Algeciras.