Fue
Lito Vitale el que dedicó una de sus composiciones al “
discreto encanto de ser porteño”, a la importancia de ser porteño. Andrés Calamaro lo es, y se presentó este jueves en el
Tío Pepe Festival con una extraordinaria banda eminentemente porteña –a excepción de su batería cordobés-, aunque después de su vibrante concierto uno se fue con la sensación de que
había presentado las credenciales para ser nombrado Hijo Adoptivo de Jerez. No pudo dedicar más palabras de elogio y cariño reverencial a la ciudad que definió como “emblema del arte” y a quienes han dado muestras de todo ese arte, en especial a través del flamenco y, por supuesto, del toreo, con mención expresa a
Rafael de Paula.
Calamaro dijo nada más comenzar –arrancó con la rabiosa
Output Input y la melódica
Cuando no estás- que estaba “en el centro del mundo” del vino, el flamenco, las motos y el caballo. Parece evidente que
la marca Jerez goza de buena fama más allá de la ciudad y el cantante y compositor argentino vino a reconocerlo y hasta casi a reivindicarlo. Y era solo el principio. Si alguien pensó que se había aprendido algún eslogan para quedar bien con la audiencia se equivocó de todas todas, puesto que
lo suyo fue una declaración de amor a la ciudad, de donde le faltó salir a hombros –le pasaron un capote al final del show para dar unos pases sobre el escenario a ritmo de pasodoble antes de despedirse- después de interpretar, pero sobre todo escoger de su extensa producción musical, un repertorio que terminó por imponerse al protocolo: el propio Andrés pidió a la organización que dejara al público abandonar sus sillas y acercarse al escenario para bailar. Y así fue.
Porque
el espectáculo de Calamaro pedía estar de pie, para bailar, corear sus canciones y, también, e
n señal de reconocimiento a su talento y al enorme puñado de canciones que llevan su voz y su firma y que han atravesado nuestras vidas y nuestros corazones durante algo más de los últimos 30 años, desde que apareció por nuestro país con
Los Rodríguez con
La milonga del marinero y el capitán –uno de los temas que echó de menos el público, aunque no tuviera motivos para ponerse exigente-. De hecho, no faltaron temas de su trayectoria junto al grupo que levantó con Ariel Rot. De ahí procedían
A los ojos, Para no olvidar y, por supuesto,
Sin documentos, un tema que incluso eliminó del repertorio de sus directos en un momento dado superado por una fama que dejaba en segundo plano otros temas de mayor trascendencia artística, pese a que hablamos de una canción sensacional y que sigue tan viva como hace treinta veranos, que fue cuando se publicó.
Calamaro alternó la Fender tuneada con el toro de Osborne con los teclados y fue combinando temas más recientes, como
Verdades afiladas y Rehenes, con otros clásicos como
Me arde o Loco, al tiempo que nos regalaba nuevas confesiones acerca de
su admiración por Jerez, de sus paseos esta misma semana por los barrios de San Miguel y Santiago. Fue ahí cuando se explayó sobre su admiración por Jerez, por la ciudad “emblema del arte” y sus barrios “de arte sublimados”, y cuando enumeró a los grandes, de
Juan Moneo a Terremoto, Niño Jero, Capullo de Jerez, a los que definió como los “Rolling” del flamenco. Y, por supuesto, Paula, al tiempo que recordó su presencia en los toros en Jerez, hace unos años, durante la
Feria del Caballo, para presenciar la faena de Padilla, Morante y Manzanares.
Además de su banda rockera y del marcado acento rockero de toda la actuación, Calamaro vino acompañado de artista invitado, de su casi inseparable
Niño Josele, presente en algunas de las creaciones más emblemáticas del artista argentino. El tocaor almeriense se adueñó en solitario del escenario para hacer una hermosa introducción de uno de los temas cumbre de la discografía de Andrés:
Estadio Azteca. Fue a partir de ahí cuando el público se vino definitivamente arriba, ya que después le tocó el turno a
El salmón, Alta Suciedad y, por supuesto, el homenaje al ídolo eterno, Diego Armando Maradona.
Calamaro entró en la recta final del espectáculo con
Tuyo siempre y la ya citada
Sin documentos, para enlazar con
Flaca y Paloma, que le sirvió de despedida, antes de que el público le obligara a volver al escenario, sobre el que interpretó
Crímenes perfectos –una canción de frases rotundas y un marcado espíritu generacional: “la moneda cayó por el lado de la soledad otra vez”- para rematar como colofón con
Los chicos.
El tipo que siempre ha seguido la misma dirección, la difícil, la que usa el salmón, acertó al poner rumbo en este caso a Jerez. Aquí, el público encantado con apoyar una declaración para que se le nombre Hijo Adoptivo. Más aún en un escenario como el del
Tío Pepe Festival.