De la generación sandwich como denominé en su día a los que tenemos más de cincuenta tacos de almanaque se ha pasado a la generación del selfie
Llamé en su día a la generación de los que tenemos más de cincuenta tacos de almanaque, la generación del sandwich, porque lo que ganábamos en nuestros tiempos mozos lo entregábamos religiosamente en casa, casi siempre a la madre, y ahora nos ha tocado con lo que ganamos mantener, en buena parte, a nuestros hijos. De esa generación sandwich como la denominé un buen día en una de las cientos de columnas que llevo escritas en Publicaciones del Sur, en sus periódicos Información y Viva, se ha pasado a la llamada generación del selfie, como muy bien la analiza en su libro el joven sociólogo Juan María González-Anleo, quien llega a escribir que “estamos ante una generación abandonada a los gélidos vientos de un sistema económico y político brutal que no le ofrece -tampoco parece que lo pretenda- ni un atisbo de esperanza”, añadiendo que “en palabras del Papa Francisco, un sistema que ya no aguanta”. De manera que “la gran tragedia de nuestra juventud es que es la primera en la historia de la democracia que vive peor que sus padres, que vivirá en el futuro peor que ellos y que, además, sabe perfectamente que será así”. Detalla González-Anleo la frustración de la actual generación juvenil a causa de lo que se denominan, con razón, “transiciones frustradas”, explicando y enumerando el índice escandaloso de paro juvenil, que conlleva la imposibilidad de tener vivienda propia y de emanciparse, así como la conocida “fuga de cerebros”. Son datos conocidos, pero el libro los demuestra con números y no es exagerado decir que esta generación juvenil ha pasado “del mileurismo al miseurismo”. Sin olvidar, apunta, que “el joven actual, a través del selfie, traza en torno a sí un círculo impenetrable que le separa del mundo que le rodea, deslindando su territorio privado y su propia experiencia de la colectividad. Un círculo en el que solo pueden entrar, a lo sumo, las personas más cercanas”. El selfie es un buen símbolo de esa curiosa y paradójica mezcla entre intimidad asocial y la exhibición en las redes sociales: “Serás visto, serás consumido, o no serás nada”. Habrá que hacer algo para salvar a esta generación ¿O no?