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Caracterización del voto y marcos de referencia para el 26J

El presente análisis se nutre de datos procedentes de estudios cuantitativos propios y de los microdatos de los Barómetros de 2016 ofrecidos por el CIS

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  • Votaciones para el 26-J -
  • Es la generación nacida en los años setenta la que podría marcar la clave de esta cita electoral

El presente análisis se nutre de datos procedentes de estudios cuantitativos propios y de los microdatos de los Barómetros de 2016 puestos a disposición en su base de datos por el CIS. No se trata, por tanto, de un examen cuantitativo al uso, sino de estudio electoral basado en la combinación y el análisis de datos de estudios y sondeos recientes.

Comenzaremos analizando los elementos más destacados que definen al votante tipo, según su edad y población provincial para cada uno de los cuatro grandes partidos o coaliciones, a saber: PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. Usaremos, a los efectos de este artículo, la definición de partido viejo y partido nuevo para contextualizar el mercado partidista español. Al primer grupo asignaremos al Partido Popular y al Partido Socialista y al segundo a las formaciones de reciente creación, a Podemos y sus confluencias y a Ciudadanos (en su versión estatal).

Es sobradamente sabido entre los analistas del comportamiento electoral español que el votante tiende a ser más abstencionista cuanto más joven es. La primera cohorte de votantes, la de 18 y 24 años se declara abiertamente más abstencionista que los grupos de mayor edad, de manera que en ese segmento de edad apenas 6 de cada 10 van a votar. Por el contrario, a partir de los 45 años casi 9 de cada 10 se declara votante habitual. Este dato configura un determinado contexto de participación que favorece a aquellos partidos más apoyados entre segmentos de edad algo más activos como votantes y castiga a aquellos partidos con más apoyos entre los grupos de menor edad y más abstencionistas.

Entre los votantes mayores de 65 años 1 de cada 2 apoya al PP o al PSOE (30 y 19% respectivamente) lo cual configura un tipo de votante tipo muy marcado entre los dos partidos clásicos del sistema político español. A menor edad la suma de votantes de estos dos partidos desciende paulatinamente, de manera que entre los 55 y 64 años ya solo suman el 34% , entre los 45 y 54 el 28%, entre los 35 y 44 el 26% y entre los 18 y 34 solo el 23%.

Asimismo el grado de interés por la campaña política es cinco puntos menor en el grupo más joven, llegando a ser 13 puntos superior entre los votantes de 55 a 64, lo cual configura mercados electorales diferentes y debiera marcar dispares estrategias comunicativas. Pero aún más significativa es la diferencia en la participación electoral declarada de los jóvenes entre 18 y 24 años ya que, a partir de los 45 años la participación aumenta hasta 20 puntos.

A grandes rasgos en el modelo español se puede establecer una correlación entre edad y participación electoral y una segunda entre edad y voto a los “viejos partidos”, como el que mantienen estos partidos en poblaciones rurales envejecidas. Si realizamos un análisis de estas variables utilizando el coeficiente de correlación de Pearson (índice usado para medir el grado de relación de dos variables) encontramos
correlaciones significativas al nivel 0,01 y una moderada correlación positiva entre la suma de población provincial del grupo de edad 35-44. Igualmente la correlación es negativa y moderada entre la suma de votos de los “partidos viejos” (PP y PSOE) y ese grupo de edad. Se trata de la cohorte de edad nacida mayoritariamente en la década de los setenta. Un grupo de votantes numerosos, que forma parte de las generaciones nacidas en la época del baby boom español y que ensancha notablemente los segmentos medios de la pirámide de edad española.

Por otro lado, las variables población provincial, suma de votos partidos viejos/ suma de votos partidos nuevos y porcentaje de población provincial entre 35 y 44 años tienen una moderada correlación. De tal manera que en las provincias <500.000 habitantes y con porcentajes de este grupo de edad (35-44) inferiores al 18% del total de votantes la suma de votos PP+PSOE duplica, al menos, a la suma de votos de PODEMOS+CIUDADANOS.

En otro sentido, en aquellas provincias con mayor población (>1.000.000) y con porcentajes del grupo de edad de 35-44 mayores del 20% del total de votantes, la relación entre la suma de votos PP+PSOE y la de PODEMOS+CIUDADANOS se acerca en la mayoría de los casos a 1,5 a favor de los partidos viejos.
De las 22 provincias con más de 700.000 habitantes en solo tres (Almería, Córdoba y Granada) la relación de la suma de votos PP+PSOE es mayor de 2, es decir, duplica al menos la suma de votos de Podemos+ C´S. Es por tanto muy significativo que, en las 19 provincias restantes más urbanizadas y con mayor población, el voto de los partidos viejos no logre representar más del 1,85 de la suma de Podemos+C´S en el caso más alto y llega a convertirse en una relación inversa en cinco de esas provincias, en las que incluso la suma de voto de los partidos nuevos supera a la del PP+PSOE. Si ordenamos las provincias por su edad media (la media de edad en España en 2015 era de 42,5 años) encontramos que entre las diez provincias con las medias de edad más altas, excepto en Asturias (cuya población provincial es alta, más de un millón de habitantes) en las restantes nueve provincias la suma del voto viejo duplica, al menos, la suma del voto nuevo (Podemos+C´S) lo que viene a confirmar la estrecha relación entre voto viejo y población de mayor edad.

Por tanto, es la generación nacida en los años setenta la que podría marcar la clave de esta cita electoral, puesto que en ella es donde se encuentra la orilla de ambos grupos de votantes, de los que votan a los partidos viejos y de los que votan a los partidos nuevos. En este grupo de edad es donde Izquierda Unida tiene su mayor caladero de votos y, quizás no casualmente, Podemos su mayor debilidad, mientras que Ciudadanos se nutre de esta cohorte de edad mejor que de ninguna otra y, tanto PP como PSOE, encuentran en este espacio el lugar donde comenzar a disputar/defender sus votos frente al de los partidos nuevos. Estamos hablando pues de una cortina generacional en relación al voto. Es aquí, entre los nacidos en los años setenta, donde cambia la percepción de los partidos viejos, la confiabilidad en los
mismos y sus apoyos. Paradójicamente también Izquierda Unida como coalición fundada en torno al PCE comparte la caracterización de voto y edad de PP y PSOE con la notable excepción de los mayores de 65 años, es decir, de todos los nacidos antes de 1951, donde apenas consigue tener votantes.

Y es entre los votantes menores de 45 años donde los partidos nuevos como Podemos (o sus confluencias) y Ciudadanos tienen su mayor número de votantes. De alguna manera son los que mejor han entendido el marco de referencia que domina actualmente el mercado electoral español desde la aparición de Podemos y sus confluencias y Ciudadanos (con ámbito estatal). Un marco donde se trata de explicar la competición electoral en torno a los conceptos viejo-continuidad vs. nuevo-cambio. En este marco donde lo viejo, lo tradicional, seguro y conocido, lo representan tanto el PP como el PSOE y donde lo nuevo, el cambio y el reemplazo generacional lo representan Podemos y Ciudadanos. En este enfoque dicotómico, y casi maniqueo, el PP lanza un mensaje claro de continuismo y de experiencia en la gestión que llega (y esa es su función) a los votantes más mayores, es la defensa de lo viejo de lo “seguro”, de lo que ya conocemos. En este espacio de continuismo el PSOE parte con poca credibilidad, en parte por hacérsele responsable directo de la mala gestión de su último Gobierno en la crisis económica del país, y además sufre duramente, porque apenas encuentra argumentos (más allá de los vectores de gestión y defensa de lo público de sus territoriales), cuando quiere disputar el voto de lo nuevo, porque ese ámbito es casi un duopolio electoral de Podemos y Ciudadanos del que el PSOE ha quedado casi excluido de antemano aunque presente un candidato joven e incluso, hasta hace pocas fechas, poco conocido.

El relato de la corrupción, de los dispendios, de las puertas giratorias, de la evasión fiscal frente al de la pobreza, de los desahucios y de los recortes de lo público es entendido a la perfección por aquellos que lo sufren más directamente, los menores de 45. Los mismos que o bien no trabajan o bien tienen empleos precarios y/o sufren doblemente en su condición de padres o madres y de ciudadanos empobrecidos o soportan en primera persona, como funcionarios púbicos, la trastienda de los recortes y de la degradación del sistema público. Y ese es el espacio de Podemos y de sus confluencias (también en el que quiere estar la nueva Izquierda Unida de Alberto Garzón) y del partido más transversal de todos en este juego de marcos de referencia: Ciudadanos. Esta, que debiera ser la mayor fortaleza de Ciudadanos se convierte en este ámbito de competición dual en su mayor debilidad, puesto que se encuentra constreñido entre el mensaje de continuismo-seguridad y el de cambio y transformación del
sistema político y económico. Más bien, no encuentra argumentos conmutativos que puedan emplear en ambos espacios de competición electoral porque el marco ya está acotado definitivamente, de ahí la progresiva dualización del debate (y en parte del voto) en estos días finales de campaña en torno a los dos partidos que mejor explican/representan el marco de referencia ya anclado de viejo vs nuevo, continuidad vs. cambio: Partido Popular y Podemos.

 

* Juan Miguel Becerra Vila es politólogo y sociólogo. Investigador del Laboratorio de Ideas y Prácticas Políticas (LIPPO) Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) Consultor de Dialoga Consultores

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