Quería centrarme este martes día 11 en la Feria del Caballo que pudo ser y no ha sido. Ni siquiera sé si la de 2021 iba a comenzar este sábado pasado, por lo que estaríamos en plena fiesta, o habría culminado haciendo coincidir el primer fin de semana del mes de mayo las motos y la apertura de casetas. No se sabe porque para este año que vivimos no se había acordado fecha alguna, más allá que el calendario escolar contemplase un día festivo por feria que finalmente se hizo coincidir con el de la comunidad educativa por lo que a finales de abril y arranque de este quinto mes se produjo un acueducto festivo en los colegios, que muchos no entendieron pero que tenía su razón de ser, ya que hay un número de días lectivos que obviamente se van a cumplimentar. Escribía que quería engarzar letras recordando las casetas, los cacharritos, que sí que están en la siempre llamada calle del Infierno, las fotos con el caballo, la presencia del flamenco no tan extendida como debiese, el día de la mujer, el no día del hombre y las mil y unas cosas que se pueden explicar sobre esa ciudad efímera en la que, por una semana en los doce meses, convertimos el Parque González Hontoria, pero las imágenes televisivas de ese año nuevo que parece haber nacido para muchos españoles con el fin del estado de alarma me obligan a hacer unas consideraciones que entiendo son trascendentales en esta nueva situación social en la que hemos entrado, cuando aún la pandemia sigue estando presente, cuando la inmunidad de rebaño no ha llegado, aunque el rebaño esté suelto, cuando las vacunas no han alcanzado a la mayoría de la gente, cuando los hospitales siguen teniendo enfermos por covid, cuando las Ucis siguen sin estar a cero y cuando ese triple cero que es el ideal para volver a la ansiedad normalidad, tal y como ocurrió en tierras chinas, o al menos eso nos cuentan los chinos, está muy lejos de conseguirse.
La pandemia debe preocupar y ocupar a los políticos, fundamentalmente a un Ejecutivo que debe dotar de las herramientas necesarias a las comunidades autónomas para que puedan dictaminar las restricciones a las que hubiese lugar para evitar nuevas olas, olitas u marejadas y para que esta pesadilla se vaya más pronto que tarde y todos nos podamos abrazar en la Feria del Caballo del próximo año, sin mascarillas y sin distancias, con una copa y una tortilla compartida. Pero hay que ir paso a paso. Porque decir esto se ha acabado sin acabarse es como aquel que se va el jueves de feria a su casa para no volver y aún quedan dos días.