Alberto Díaz Ortiz (Málaga, 1994) es un tipo normal, de nombre normal y apariencia extraordinariamente normal. Sin embargo, hace ya días que ha traspasado fronteras como protagonista de una nueva conquista europea de España. El base, de 1’88 metros, ya era un jugador consagrado en la Liga ACB, pero decidió sobresalir en el Eurobasket para que, a sus 28 años, toda Europa esté hablando del capitán pelirrojo del Unicaja que defiende como pocos.
Su éxito en este histórico europeo cosechado por ‘La Familia’ no es una casualidad, a pesar de que Díaz llegara a la lista definitiva por la desafortunada lesión de Sergio Llull. Sergio Scariolo confió en un perfil de jugador totalmente distinto, pues se pasó de la magia anotadora del mallorquín a la garra y el espíritu de equipo del malagueño.
Scariolo lo sabía mejor que nadie y Díaz, inteligente en la pista y con un hambre competitiva inigualable, supo aprovechar la oportunidad que le regaló el destino y ha pasado de ser jugador con un rol puramente defensivo en la rotación a acaparar minutos en los momentos más importantes del torneo, con tiros tan importantes como el que terminó de cerrar el triunfo contra Francia a falta de dos minutos.
Europa empezó a fijarse en el pelirrojo nacido en la zona de Carretera de Cádiz, en el barrio de San Carlos -junto al Parque del Oeste-, contra la Turquía de Shane Larkin, al que provocó una pérdida de balón decisiva en los últimos segundos. ¿Quién es ese pelirrojo que acaba de darle la victoria a España?, pensarían los más despegados del baloncesto europeo y nacional.
En octavos ante Lituania siguió demostrando lo que en el Carpena es una rutina impuesta por él, las faltas en ataque: a su excompañero de cantera y ahora estrella de la NBA, Domantas Sabonis, supo cómo desquiciarle por momentos, como haría después con los bases finlandeses en cuartos.
En las semifinales contra Alemania le sacó una falta en ataque a Schröder, al que dejó sin anotar durante los últimos siete minutos de partido, justo después de que el base NBA le hiciera un gesto de burla tras una bandeja.
En la final ante Francia y sin afán de protagonismo, aunque ganándoselo a pulso, mantuvo su nivel en defensa con una intensidad que aplicó contra jugadores de nivel top como Thomas Heurtel o Andrew Albicy, y a ese derroche defensivo le sumó varios triples decisivos con los que ha demostrado valentía y eficiencia también en ataque (88% en tiros de dos, 83% en libres y 40% en triples durante el Eurobasket).
Díaz no ha sido nunca un jugador de estadísticas rompedoras, más bien un experto de los intangibles como provocar errores contrarios, robos de balón, faltas en ataque y tiros concretos, de parado y tras bote, nada más recibir, cubierto o liberado o penetrando al aro.
Sus números en el Eurobasket han sido 5’7 puntos, 1’1 rebotes y 1’4 asistencias, para 6’7 de valoración en 16’8 minutos de juego, aunque lo que evidencia su importancia es que España ha tenido un +52 de balance en pista con él.
Un líder desde pequeño
En un campeonato de España de cadetes, Díaz era uno de los mejores de la selección de Andalucía que acabó ganando ese año y cuenta Francis Tomé, entrenador suyo en categorías inferiores, que su ayudante fue a su habitación a contarle que sus jugadores estaban ligando con chicas de otros equipos en el hotel donde se hospedaban.
“¿Y aquí quién manda?”, preguntó entonces Tomé, muy enfadado con sus jóvenes jugadores, esperando que le dijeran que por supuesto que era él, para así poder decirles que se dejaran de coqueteos y se centraran en el baloncesto. Sin embargo, a esa pregunta retórica, todos los jugadores contestaron: “Alberto”, refiriéndose a Díaz.
Desde edades tempranas fue un “líder nato”, cuentan los que le conocieron y entrenaron como Tomé, que lo tuvo en el Clínicas Rincón, filial cajista en ese tiempo. “Era un auténtico muro” desde bien pequeño, aunque entonces era más anotador, penetrador y creador de juego que “metía los triples que tenía que meter”.
Con el paso de los años y el cambio físico a medida que iba avanzando de categoría, Díaz se construyó a sí mismo como un defensor dispuesto a liderar a sus equipos desde atrás, con personalidad y liderazgo como para ser nombrado MVP de una final de Eurocup con 22 años, aquella de la remontada del Unicaja ante el Valencia Basket en 2017.
Una década en ACB, experiencia en Euroliga, Eurocup y Liga de Campeones FIBA con más de 350 partidos a sus espaldas, líder del Unicaja en años convulsos como los dos últimos, donde siempre fue el más regular de la plantilla. Su reconocimiento a escala mundial tardó en llegar, estaba falto de un escenario como el Eurobasket.
Su humildad no va a cambiar por más que vuelva de Alemania con una medalla de oro colgada; siempre será el chico que priorizaba los estudios y ya tiene un máster de gestión deportiva por la Universidad de Salamanca, cursos de Programación Didáctica y de Competencia en Educación Digital y el nivel 1 de entrenador de baloncesto.
Como trabajador nato que es, esta semana no tendrá mucho tiempo de asimilar lo que ha logrado, porque el viernes tendrá que ser el alma de un Unicaja que busca no fracasar en la fase previa de la Liga de Campeones FIBA, con un Carpena que lo recibirá con la mayor de las ovaciones.
"Si me cuentan esto antes de ir a Tiflis le diría que está loco. Es lo bonito de esto. De sueños vive la gente”, decía tras la final. Cuando se enteró de que sería el sustituto de Llull, no se lo creía, pues él ya había recogido sus cosas hace unas semanas al haberse quedado fuera y “no estaba bien al cien por cien” en lo físico, advirtió Scariolo.
Aquella llamada le cambió la vida, el Eurobasket “le ha cambiado la vida” y su sobresaliente rendimiento lo ha puesto en el foco para permitirse, con permiso, un baño de elogios y reconocimiento a un pelirrojo de la cantera del Unicaja que se ha ganado el respeto de todo el baloncesto.