Novelerías y genialidades

Publicado: 01/04/2018
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Igual pasa con la bulla. La bulla es habilidad sevillana para no entorpecer ni atascarse en la multitud...
“Estoy escuchando lo que veo y viendo lo que escucho”. Stravinsky lo exclamó en Sevilla, cuando todavía no había engendros musicales con pretensiones de marchas, ni juego de dedos para arrancar gritos a las cornetas. No faltará quien reciba el comentario como un bofetón, ni quien lo tome contra la Semana Santa. Lamentable, porque el mayor enemigo de la gran Semana sevillana es confundir popular con chabacano, o lo justo con lo simplemente “bonito”. Pero esta semana no tocan marchas, que ya habrá tiempo, va de la “marcha” impresa por el Consejo al tercer día. Sorprende que la distancia entre “A” y “B” dependa del sentido de circulación. Por ir aclarando: las “carreritas” no es posible que fueran casuales. No hay avalancha si nadie la empieza. Puede que alguien crea hacer una gracia o que sea “un grasioso”. La gracia no tiene gracia. Pero los “grasiosos” no aparecen como el Espíritu Santo. Cabe preguntar, a quién molesta tanto la Semana Santa de Sevilla, y lo que supone en arte, estética, interés general y economía, además de en fervor, para que le merezca la pena buscar su desprestigio. ¿Fantasmas? Probablemente, pero muy vivos. Seguro, nunca han llevado un cirio o son de otro color.

Se está olvidando el sentido de la “bulla” sevillana. También. Se pierde como la estética de la música, o el aplauso. La música debe representar, debe contar lo que se está viendo; debe hacérnoslo ver como bien expuso Stravinsky. Un pasodoble puede ser muy bueno. Muy bonito. Y una canción de Zarzuela. Pero no es suficiente. Ninguno de ellos contiene el elemento sensible, descriptivo de lo que se representa. La lentitud de una música no contiene, por sí sola, la sensibilidad requerida por un momento, por la representación. Muchas veces un silencio es mucho más expresivo que un aplauso, pues denota emoción. Lo sabe y lo expresa muy bien la ciudad de los silencios, cuando no está condicionada por la especie de necesidad, de compromiso por el aplauso, como algo más imprescindible que necesario.

Igual pasa con la bulla. La bulla es habilidad sevillana para no entorpecer ni atascarse en la multitud. Sevilla se mueve con la mayor soltura, en una aglomeración bien prieta, espontáneamente se forman dos calles en sentido inverso, por donde discurrir con facilidad. Eso es la bulla. Quedarse atascado es el fatal resultado de convertirse en estorbo por no conocerla o por haberla olvidado. Si ya no sabemos movernos habrá que aprender, pero invertir la carrera no nos va a enseñar. El cambio de sentido de este Martes ha cambiado las aglomeraciones de sitio, pero no ha resuelto lo que no tiene relación con el lugar por dónde comience.

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