El espíritu de la Hispano se impuso y la industria aeronáutica volvió a la Sevilla que se embarcó en inventar, contra la corriente imperante en el momento. La que Franco destruyó, para llevársela a Madrid, porque mejor muerta que en una provincia, o, peor, en una colonia (“colonia situada al sur” llamó a Andalucía la revista “ICE” del Ministerio de Comercio, en su número de julio de 1975). Está todo inventado. Pues la aeronáutica ha vuelto, a pesar de todo, por suerte, para exportar tres mil millones de euros. Ese es nuestro futuro. La exportación, de aviones, ascensores, piezas, frutas, verduras, arroz. Es la salida económica de Andalucía, ahora que, al menos, no parece tan perentorio disminuir su industria, pues ya de por sí es poca cosa, para favorecer la del norte, crecida a mayor ritmo del abandono de la andaluza. Y, como la gente del norte, sabia sin discusión, prefiere comprar tomates, y tornillos, y ascensores y motos (motos, no, que también las compran a China) de su tierra, el mejor camino que puede tomar la industria de aquí es cruzar los montes o la mar, mientras la UE no nos prohíba, también, cultivar tomates, vid o fresa. Esperemos que eso no ocurra. Así pues, empresarios, exporten fuera de la UE, fuera de quienes nos quieren dependientes y prefieren gastarse sus cuartos en carreteras con tal de impedirnos despegar.
También habrá que confiar que al cada vez más dictatorial Gobierno y entregado a las oligarquías financieras, no le moleste ver productos andaluces en otros mercados (de abastos) y en supermercados. Y en el aire. No vaya a ser que, también sigan a el ejemplo de lo que el dictador hizo a Hytasa. Que fue “muy desconsiderada”, salir a vender donde fuera, con tal de mantenerse, y desobedecer órdenes: vendió telas a Rusia (qué “desconsiderados”, en vez de cerrar, favorecer al comunismo) y a Cuba. Vaya tela. No la que le vendieron, sino romper el bloqueo ¿Qué diría el Tio Sam al señor bajito? Habrá que imaginarlo. O a lo mejor no hizo falta, ya se cuidaba casi tanto como se cuidan estos, de no enfadar al del sombrero con estrellitas de cinco puntas, que, dicen algunos, representa la liberación de los pueblos.
Si nos lo quitan también, porque las fresas, los tomates y los pepinos los tienen que comprar en Tailandia, o en Pakistán, cualquiera sabe, para venderles los aviones que, a lo mejor, tampoco permiten que se sigan fabricando aquí, nos queda el turismo. No es mucho: lo suficiente para no morir todos y que algunos de nosotros pueda seguir comprando aspiradoras y batidoras y cartuchos de café soluble, que si no, a ver qué van a hacer las pobrecitas corporaciones industriales que luego acogen a nuestros “salvadores” cuando se les acaba el contrato con los votantes. El turismo, de momento, no depende tanto de la voluntad de los más poderosos y se acerca en cruceros. Cuatro están arribando estos días a Sevilla. Casi mil quinientas personas que duermen en el barco, pero pasean por la ciudad, van a sus espectáculos y compran recuerdos, entre otras cosas. El Guadalquivir hizo nacer Sevilla y es su mayor activo. Pues ahí están, ecologistas de salón, para culpar de todos los males al río si osa recuperar su profundidad histórica.