Qué malitos son los arbolitos”. “Si no fueran malos no habría que castigarlos”. En serio: ¿no ha sido un “poco” duro el castigo a los árboles “malos”? Malos de salud, en todo caso, porque, aunque a la señora molesta porque no ve la acera de enfrente, o al señor que llama “tontería” a respetarlo, o al irresponsable que lo seca con lejía, en realidad por suerte pocos en abundamiento y profundización de su ignorancia, quieran creer que los árboles molestan, el árbol es y siempre ha sido necesario. Y lo va a ser más, desde que la depredación humana se empeña en crear conflicto a la naturaleza, y causen una reacción, lógica, violenta y mal calificada. Para calificar la reacción, debe calificarse la acción que la ha provocado.
El árbol sujeta el suelo y evita que la lluvia lo golpee y se lo lleve. Cambia por oxígeno el anhídrido carbónico de nuestros pulmones y nuestras cocinas. Nos repetimos, sí, está claro.
Hay que repetirse ante tanta sordera. Antes de talar, arrancar, asesinar dos mil ochocientos árboles, debería pensarse. Es imposible que todos, los dos mil ochocientos, estuvieran enfermos. No es posible que ninguno tuviera remedio. Sin duda, sin ninguna duda, la mayoría habría podido seguir viviendo y permitiéndonos vivir, con una poda selectiva. Una poda que se debería haber hecho meses antes. Por tanto, la culpa de que una rama se rompa no es del árbol “malo”, sino del mal gobierno de un Ayuntamiento que no se ocupa a tiempo, de unos técnicos capaces de dar un informe favorable al arranque salvaje indiscriminado. Que no han sido todos, por cierto. El Ayuntamiento se apoya en los técnicos con demasiada fuerza; tanta, que los puede derribar también a ellos.
Porque el único fallo ha sido no prever; es lo que queremos pensar. No nos hagan creer en otra causa. Por ejemplo (no, no puede ser) la “necesidad” de la empresa de engordar su cuenta de resultados. Sería inaudito. No puede creerse. ¿Tan irresponsable, o tan corrupto podría llegar a ser un Ayuntamiento? Habrá sido un error. Nada: un lamentable error. A lo mejor los técnicos dijeron que los árboles estaban malitos, sin profundizar, y el Ayuntamiento, en vez de cumplir con su máxima de dejarlo todo para mañana, lo tomó tan en serio, que un poco más nos dejan hasta sin parques. Total, una vez con el serrucho en la mano…
No es para bromas. Lamentablemente, no. Sólo en la calle Paulo Orosio, en la Barriada Virgen de los Reyes, entre Rochelambert y Nuevo Amate, de ciento dos árboles sólo quedan 52. Los otros cincuenta han caído casi a ras de suelo. Y no han sido cortados más abajo porque no cabría la mano con la sierra. Estaban “tan enfermos” que varios han rebrotado, naturalmente, en arbusto. Estos cincuenta no están incluidos en los 2.800, porque habían sido cortados antes.
Sin el menor género de dudas, el Ayuntamiento está errando estrepitosamente. Talar un árbol es un crimen, salvo que esté realmente enfermo, pero de verdad. Y, aunque se siembre otro, los años que tarda en tener el porte adecuado justifica ser más riguroso, menos amigo de la sierra y procurar salvar todo cuanto se pueda. ¿Qué pretende esta política arboricida? Los enemigos de la naturaleza no deben gobernar una ciudad.