La hora no es un intermitente

Publicado: 28/10/2018
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Se han dado cuenta de que utilizar los cambios de hora para acostumbrar al personal a obedecer normas absurdas sin rechistar, no cuela
Señores europeístos: se equivocan. Ya lo sabían, ya, pero da igual. Mientras la gente aguante… Se vuelven a equivocar. La arbitrariedad es el mayor error que pueda cometer un Gobierno. En su caso, 27. Anuncian una proposición para que el de ayer fuera el último cambio de hora, con lo que volverían al horario solar los estados que no llevan una hora de adelanto permanente y estos últimos dejarían de vivir dos horas por delante de lo marcado por el huso horario en que viven. Ahora salen con que sea el 31 de marzo cuando se dé el último cambio. Con tantos cambios no vamos a saber cuándo vivimos. Y lo peor, vamos a vivir dos horas por delante de la solar, menos los estados que no han querido adelantarse, a los que obligarán a vivir para siempre adelantados una hora. No adelantados a su tiempo, que eso es otra cosa de la que sólo se presume. Adelantados a su horario, ellos, que siempre han preferido regirse por el movimiento terrestre en torno al sol. Que no todo el mundo es España, señores de la CE, pero parece que ustedes quieren hacer bueno lo de “todo se pega menos lo bonito”. ¿No tienen otra cosa que copiar? A este paso van a terminar pidiendo consejos políticos a los políticos más reaccionarios de toda Europa. ¿ya los han pedido? Vaya por Dios.

Señores de la Comisión Europea: ustedes no son Dios. No tienen tanto poder aunque se le acerquen en responsabilidad. Ustedes no nos han creado, pero se han comprometido a gobernar Europa, un lugar por todos considerado civilizado, democrático y cercano a la Justicia. Otros, antes que ustedes, decidieron dividir la tierra en veinticuatro “cascos” imaginarios, para establecer unos horarios lógicos. Luego llegaron y nos engañaron con un supuesto “ahorro” energético que, según se ha comprobado, si se da, no pasa del 0,5%. ¿De verdad creen que merece la pena provocar tanto trastorno por ese supuesto ahorro, tan insignificante y supuesto que ni siquiera pone nerviosas a las eléctricas?

Como no son tontos, por algo están ahí, se han dado cuenta que utilizar los cambios de hora para acostumbrar al personal a obedecer normas absurdas sin rechistar, no cuela. En cambio, en vez de obtener sumisión la oposición aumenta. Su gozo en un pozo, lumbreras. Así que rectifican pero, siempre a falta de la aceptación de los veintisiete gobiernos, rectifican la rectificación. Como el personal, cada vez más, detesta los cambios por absurdos y porque provocan daño en el organismo humano, así como otros desajustes en animales, que los muy animales no entienden de política ni llevan reloj en la patita, deben haber pensado que los cambios pueden acabarse, sí. Pero después dejarlos sellados, “atados y bien atados”. Por eso su rectificación última, para que el último cambio no sea el de ayer, sino el de final de marzo.

Sí, lumbreras. Están en todo. Digamos, en casi todo. Porque ustedes, respetables y excelentísimos dueños de la cuenta de los europeos, nos quieren dejar en “europedos”. Pues sin ser Dios, ni Júpiter, ni Horus, se creen con derecho a dominar, también, el metabolismo de trescientos millones de personas. O, simplemente: para no hacerlo bien, dejarlo en adelanto permanente y que el sol se haga intermitente.

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