El espíritu del 4D oscurecido por iluminados

Publicado: 03/12/2018
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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El 4 de diciembre de 1977 la manifestación triunfó porque no hubo protagonismos personales, arrastrados los políticos por el río humano que inundaba las calles
Estos no son niños, la foto lo denuncia. Ni siquiera en espíritu. Dicen reproducir el espíritu del 4-D, y ni se han preocupado de conocerlo. El 4-D triunfó y casi cuatro millones de andaluces salieron a la calle en Andalucía (más de cuatro, sumados los de Barcelona, Bilbao y Madrid), porque un único protagonista: el pueblo andaluz, la hizo suya. Porque, a pesar del protagonismo artificioso de ciertos políticos, auto elevados a autonomistas tras años negándole a Andalucía el derecho, fue un movimiento de la sociedad, cuya campaña persona a persona resultó mucho más eficaz que los negacionistas reconvertidos.

El 4-D de 1977, doce niños portaban en cabeza la bandera de Blas Infante. Eran, más que la inocencia, el futuro ofrecido a los andaluces en esa explosión popular que puso su esperanza en la Autonomía. Estos no son niños ni significan el futuro, destrozado junto al pasado, unos por su gestión nefasta, otros por haber confundido opinión con razón, defender Andalucía con satisfacción personal; la de sentirse “directores de cuerpos y almas” y situarse en un pedestal autoerigido. Unos son “hunos” y los otros, también. El 4 de diciembre de 1977 la manifestación triunfó porque no hubo protagonismos personales, arrastrados los políticos por el río humano que inundaba las calles. Porque hasta los promotores iniciales, odiados y combatidos por haber forzado la convocatoria, se retiraron en beneficio de la unidad; para que todos los andaluces fueran a una, con una sola voz.

¡Ay! Si estos que pretenden sustituir a los niños del 77 fueran capaces siquiera de imitarlos. Siquiera. Pero no es su interés. Hablan del “espíritu del 77”, sin saber que los andaluces exigían un gobierno digno; un gobierno capaz de revertir la situación de dependencia económica, de abandono cultural, de ruina física, social, política, moral y económica, antes que “elevar a los altares” a ningún “salvapatrias”, sólo interesado en atraer sobre sí la atención, de creerse protagonista, de elevarse sobre todos, de dirigir a todos, porque así lo decide su megalomanía. Algunos han querido sacralizar la palabra “soberanía”, inventando toda una escala de valores en torno a una idea, no ideología, como es el trabajar por nuestra tierra. Algunos han creído posible monopolizar en sus manos la defensa de los intereses de Andalucía, limitando sus derechos y el número de quienes tienen derecho a participar en su defensa.

Ese cerrado espíritu monopolizador no es el del 4-D. El día que los andaluces dijeron “basta”, con tanta alegría como energía, no se puede conmemorar con la apropiación de su símbolo más señalado: los cuatro millones de andaluces. Se lo apropiaron los políticos para ocultar la exigencia entrañada. No procede ahora que otros políticos, fatuos en su fatua arrogancia, sigan el mismo camino, que pretenden marcar con desprecio a los demás. El fracaso será su fin. Pero no es eso lo lamentable, sino el malestar creado, el mal sabor de la división, el fraude de la pretenciosa pero mala dirección, reflejo de su irrefrenable sentimiento totalitario. Andalucía, que se revuelve contra toda dictadura, no soporta a los iluminados.

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