Cuando fue alcalde, Luis Uruñuela defendió un proyecto para que los dos cuarteles dejados por el ejército y el antiguo Hospital Queipo de Llano, vecino de estos, fueran útiles a la ciudad. Un parque a ambos lados del río Guadaíra, hasta la misma Avenida de Jerez, mucho más posible, manejable y mantenible que el pretencioso de Tablada, inventado para arruinar a un empresario, sugería un uso racional, ciudadano, a los edificios que, hoy, después de más de treinta años abandonados, sólo pueden ser recuperables a un alto costo. Magnífico pretexto para justificar una reforma desfiguradora, como corresponde a la “nueva arquitectura”, máximo exponente de la ramplonería, ausencia de estilo y gusto por la estética. Para poner paredes de escayola, no hacen falta cinco años de carrera.
Tras más de treinta años de abandono, con la mayor parte de los elementos decorativos “perdidos” -y tal vez encontrados, cualquiera sabe dónde-, al final el Ministerio de Defensa -que no podremos saber de quién se está defendiendo en este caso-, decide hacer caja. Si al menos “alguien” se hubiera preocupado de crear en sus solares industria productiva, para paliar en parte el abandono que sufre Sevilla, si “alguien” se hubiera preocupado de posibilitar la construcción de viviendas dignas, asequibles al poder económico de las familias… Pero el Ministerio no debe estar para defendernos de la depredación urbanística, de la especulación. Los terrenos se “tasan” a “precios de mercado”, precisamente impuestos por la dinámica especulativa de la banca, grandes constructoras y grupos inmobiliarios. No importa inflar otra burbuja y volver a defender que “el patriotismo exige ocultar la realidad”. Y que eso, en este caso en concreto, venga del Ministerio dónde más se pregona, se potencia y se exige el “patriotismo”. Ese “patriotismo” incapaz de defender la patria, porque su defensa es de los intereses económicos de grandes grupos mundiales.
Como feria para diversión de niños, para admiración de mayores y molestias soportadas en el nombre de la misma “patria”, es comprensible la ocupación de Sevilla por las tropas nacionales. Ocupación incapaz de reportarle beneficio pero sí mucho gasto, que las máquinas barredoras -entre otras cosas- las pone el Ayuntamiento. ¿Más “panem et circenses”? ¿Nadie va a pensar en Sevilla? ¿En el bienestar de sus ciudadanos, a medio y largo plazo? No hay dinero para el metro. No hay para que el puente del Centenario deje de ser el gran enemigo de la circunvalación, junto con la ronda urbana norte; las dos grandes pifias del 92. No hay dinero para mejorar la vida en tres barrios. Ni en Torreblanca. No hay dinero para reconstruir o cambiar viviendas obsoletas y ruinosas; las viviendas se siguen sorteando, como si no fueran un derecho, porque no se hacen suficientes, pese a permitir la financiación de gran cantidad de edificios vacíos. Será que así se controla mejor a la gente. Defensa también necesita dinero y confía obtenerlo con la venta de unos terrenos, detraídos así al uso de una ciudad que los lleva sufriendo muchos años, para, previamente, consumir una parte de ese ingreso, cuando ya las guerras se ganan a distancia.