Hay que ponerse a trabajar

Publicado: 04/05/2020
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Construir edificios de oficinas es bueno, cuando hay previsión de empresas que pueda ocuparlas. Construir viviendas para millonarios depende del número de...
Construir edificios de oficinas es bueno, cuando hay previsión de empresas que pueda ocuparlas. Construir viviendas para millonarios depende del número de millonarios. Los brindis al sol pueden cegar, para dificultar aún más la ya perdida visión. Constatar que el turismo no debe ser el principal agente económico, menos aún si los verdaderos agentes económicos están fuera, está muy lejos de ser un valor; un valor sería ofrecer alternativas, medios. Porque un solo sector no puede sostener la economía y un sector estacional y cambiante, menos. Parece que el gobierno andaluz, aprisionado por el lobby, espera la llegada del Espíritu Santo a resolverlo. O quizá es que el despegue económico de Andalucía no entra en los planes del lobby, pues precisaría una seria re-industrialización; una banca y un comercio dirigidos desde Andalucía que ingresen sus impuestos e inviertan en Andalucía.


Da la impresión que la economía de Andalucía no despierta su espíritu emprendedor, por si pudiera llegar a competir con los espacios físicos de donde les viene el poder. Asegurarse la inexistencia de competencia es ardua tarea heredada de quienes la empezaron doscientos años atrás; es una fijación. La necesidad de mejorar y estabilizar el nivel de vida de una Comunidad de ocho millones y medio queda fuera de la mentalidad de quienes gobiernan por casualidad, con una táctica política demasiado explotada en los grandes imperios. El gobierno actual pone a prueba su prepotencia y mentalidad centralista, con una desescalada por provincias, como si las provincias fueran entidades uniformes, y no un invento para poder practicar ese centralismo que tanto recuerda al totalitarismo. Negarse a aceptar esa política será positivo en tanto venga de quien practica o está dispuesto a practicar una democracia activa, pensada para la necesidad de todos, no de quien obedece el dictado de grupos que presionan a los gobiernos para obtener beneficio, aunque su enriquecimiento provoque miseria en la mayoría.


De la misma forma que las crisis, por oportunas, siempre ayudan a  hacer más grandes a los grandes  para, en paralelo, empequeñecer a los más pequeños, limitarse a constatar una necesidad no permite resolverla. Se resuelve cuando se aplican remedios. Únicamente. La Junta de Andalucía, ésta que venía a implantar “un nuevo estilo”, podría empezar ya, que se le va el tiempo. Empezar a poner en marcha un plan de crecimiento industrial.  De mecanización e industrialización del sector primario. En vez de cerrar, abrir empresas de transformación, de conservas vegetales. Recuperar cultivos tradicionales como el algodón, la remolacha y la caña de azúcar, o el sector textil y el azucarero. Aunque la Unión Europea reviente por la “desobediencia”. La pérdida de estos sectores es mucho más voluminosa que las subvenciones para mejorar carreteras.


No es posible extrañarse del centralismo ciego practicado por los gobiernos de España. Pero eso no respalda otras inacciones. El Gobierno andaluz debería saber que recrearse en el enfrentamiento con “los otros” no va a sacar Andalucía de su endeblez económica endémica. Para eso hay que ponerse a trabajar.

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