El mensaje de ánimo ha sido erróneo

Publicado: 18/05/2020
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Perfecto el optimismo, magnífico el mensaje de ánimo “esto lo paramos unidos”. Es verdad, hizo, hace, está haciendo falta unidad de criterio y de acción...
Perfecto el optimismo, magnífico el mensaje de ánimo “esto lo paramos unidos”. Es verdad, hizo, hace, está haciendo falta unidad de criterio y de acción para pararlo. Lástima que la unidad esté fallando, que haya quienes no hayan entendido que la unión va más allá del encierro, más allá de los aplausos, más allá de la crítica a una situación que ninguno hemos creado, pero sólo puede superarse con la participación de todos. Insolidaridad capaz de ver un problema común, extendido, como algo ajeno y lejano. Como si no le concerniera, porque no lo está sufriendo. Quizá ahí esté la cuestión. Para muchos es algo muy lejano, una tragedia, sí, sufrida por otros, por lo tanto ajena. Irresponsabilidad culpable, sin duda, pero no criminal porque es involuntaria en tanto producto de la ignorancia. Una ignorancia consciente y disfrutada, pero inducida por quienes obtienen beneficio de ella. Porque una sociedad inconsciente es más manejable. La sumisión sólo puede venir de la ignorancia, de ahí promoverla antes que animar el verdadero “peligro” de la consciencia.


El comportamiento irresponsable de gran parte de la ciudadanía después de un confinamiento ejemplar es una actitud culpable, porque quien siembra vientos no puede recoger bonanza. Y a la labor de todos los poderes, de nublar el pensamiento, de anular la voluntad, de condenar la inteligencia, porque cuanto menos crítica más manos libres para imponer criterios y obtener complacencia, se ha unido ahora el paternalismo soso de impedir la visión real de la tragedia. Ha faltado mostrar la verdad: ver sólo aplausos, la fiesta cada vez que un enfermo se recuperaba, ha dado un aire de felicidad a una pandemia mortífera. Ha viciado, ha tergiversado la realidad. No sobraban esas imágenes, sí han faltado al mismo tiempo algunas otras muy distintas: féretros -no esa composición tétrica de la ultra derecha de la Gran Vía- pero sí haber mostrado la realidad. Ha faltado ver el dolor de los enfermos, el sudor de médicos, enfermeras, celadores y limpiadoras, la falta de material de los primeros días, el personal sanitario infectado, por delante de las cifras frías tan poco transmisoras, las lágrimas de rabia e impotencia de cuantos han visto vidas humanas escaparse entre sus manos. La pandemia no ha sido, no está siendo algo que no nos toque y por tanto no sobra la preocupación. Ha faltado recordar que el test sólo aclara si se es o no portador, en el momento de hacérselo, que el mayor riesgo es la transmisión, incuso por personas sanas, y la mejor manera de no transmitirlo es usar mascarilla. La decepción por la escasez del principio no justifica su falta de uso cuando están disponibles.


Creerse libres por no sentir síntomas no sólo es un error mayúsculo. Es un horror porque no sufrirlo no significa estar libres, con lo que tanto se puede contraer como contagiar. Después de la respuesta positiva, ni siquiera en el cansancio podría justificarse un cambio tan radical a la inconsciencia, a poner en riesgo a toda la población por cuestión de incomodidad o criterio estético. No basta aplaudir, más que eso, ayudar al trabajo de los sanitarios requiere impedir la propagación del virus.

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