Imagen de España

Publicado: 15/06/2020
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Bajo el “cetro” de Rajoy, Graham Keeley, corresponsal del diario británico “The Times” aconsejó al gobierno en un artículo, nuevos medios para mejorar su imagen
Bajo el “cetro” de Rajoy, Graham Keeley, corresponsal del diario británico “The Times” aconsejó al gobierno en un artículo, nuevos medios para mejorar su imagen internacional sin necesidad de otorgar los premios convocados por la Dirección General de Comunicación e Información Diplomática. “Tan sólo” doce mil euros para el corresponsal extranjero “que mejor contribuyera a la buena reputación de España” (qué ocasión perdida para los Felipe II, III y IV, ya podría haber intervenido ahí el “Ministerio del Tiempo”). Doce mil al mejor artículo sobre política exterior en prensa escrita y otros doce mil al mejor programa de radio o televisión sobre el mismo tema. Para cambiar la imagen se gastan millones en campañas de publicidad, más también sirve a eso otro medio: cambiar de comportamiento. Si una empresa ofrece calidad y buen trato, además de buen sabor, de seguro obtiene buena imagen. No es el único elemento, pero ayuda.


Lo mismo ocurre a los estados. Y España, que ya arrastra su leyenda que no siempre es leyenda, a la que ha sumado desilusión después de la expectativa democrática, añadió nuevas causas de desconfianza al fundir “unidad” y “autoritarismo” y confundirla con represión el 1-O en Cataluña, el encarcelamiento de políticos, el de raperos, por contar hechos probados, o de jornaleros andaluces por exigir el derecho a cubrir sus necesidades mínimas. O un Constitucional al servicio del gobierno. Eso, en un gobierno que no sólo permite, sino favorece la especulación y condena a miles de familias a vivir en la calle, deja en evidencia la necesaria división de poderes. Normal que rechinen en democracias dónde esa división es efectiva. Incluso en la autoritaria Alemania de Merkel, dónde el gesto de poner la Constitución española a los  pies de sus bancos ha sido incapaz de redimir el “venial” de una ley para ocultar desmanes o sentencias irrespetuosas con los derechos humanos. Pues en Alemania, Holanda, Bélgica, Francia, sus grandes bancos serán sólo bancos. Pero el poder judicial no depende del político.


Aplausos merecería el gobierno de español si el Ministerio de Asuntos Exteriores pudiera ofrecer más realidades que dineros. No habrán pensado que todo el mundo tendrá un precio, es posible, pero ese precio siempre tendrá que ser más alto que el nivel de dignidad. No todo el mundo se vende por doce mil, igual que ningún profesor andaluz aceptó venderse por seis mil. Que atender debidamente la educación puede costar algo más de los seis mil a cada profesor por aprobar a todos sus alumnos, tal vez, pero es mucho más efectivo. Y mucho más honrado. Y los profesores andaluces se negaron a venderse igual que los corresponsales de prensa, mucho más dispuestos a ofrecer noticias positivas de una supuesta democrática res pública que a recibir premios a su silencio y colaboracionismo con el régimen. La respuesta que en un caso es mejorar y proteger la enseñanza, en el otro es claridad; democracia, separación de poderes para que pueda haber Justicia real.     Ahora se anuncia la posibilidad de un acuerdo mundial para poner la policía al servicio del ciudadano, no de la represión. No se olvide que “Demos Kracia” es “gobierno del pueblo”.

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