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Patio de monipodio

Enfrentar para vencer

Es una pena, pero el poder no se ha contentado con hacer de la vida una competición: la ha sublimado, la ha santificado, ha confundido competencia con ...

Publicado: 26/07/2020 ·
23:04
· Actualizado: 26/07/2020 · 23:04
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Es una pena, pero el poder no se ha contentado con hacer de la vida una competición: la ha sublimado, la ha santificado, ha confundido competencia con superación y ha limitado la superación a situarse sobre los demás. El resultado ha sido sustituir la convivencia por el enfrentamiento. “El mundo es de los fuertes”, “el mundo es de los atrevidos”, “enfrentarse a la vida”, etc., es el método de imitar la selección natural de la especie, de disfrazarla. La supervivencia del más fuerte, que no es necesariamente el más fuerte ni el mejor preparado, ni la mejor preparada, sino aquel/aquella con menos escrúpulos. Es decir: la selección anti-natural del nazismo suavizada sólo en la forma. El poder -el término no se refiere sólo al poder político sino a todo el poder, político, económico, religioso, fáctico- ha sido el primero en comprender la rentabilidad de organizar a la mayoría en grupos estancos, para enfrentarlos con facilidad. “Divide y vencerás” es, en realidad, enfrenta y vencerás.


El apego a un espacio físico, a unas costumbres, la familiaridad, ha sido trastocada, rebasada, manipulada para envilecer la virtud y convertir el natural colaborativo humano, en rivalidad, oposición, enemistad. Cuanto más enemistada, más enfrentada esté la mayoría, esa masa amorfa -para el poder-, tan sólo interesante para obtener votos o compras, cuanto mayor sea el combate interno entre quienes no tienen que defender más que los intereses de quienes les enfrentan, más fuerte y seguro se hará su poder. Así no sólo tienen quienes les defiendan al pelear por ellos; los tienen ocupados, alejan y desenfocan sus protestas. Y les dejan libertad plena para seguir utilizando a unos y a otros, al utilizar a unos contra otros.


De la misma forma pero en sentido opuesto, teme el poder a la unidad de la gente. Unidad supone cooperación, creación de una fuerza que puede ser antagonista de los poderes antagónicos de la mayoría; significa, en definitiva, la posibilidad de descubrir la maniobra y de exigir en consecuencia una gestión favorable al interés general. En 1970, los empresarios de Málaga pedían una segunda vía de comunicación con Sevilla. Una carretera por el Guadalhorce, que acercara ambas ciudades y con ellas las comarcas intermedias: Cártama, Pizarra, Campillos, Estepa, Morón, Los Alcores. Un “atrevimiento inadmisible” para quienes centran su gestión en la desavenencia de los demás. Beneficiar a esas comarcas no está entre las prioridades de esa caterva. Acercar Morón a otros puntos de interés, a los mercados circundantes, una ciudad industrial en pérdida de población, abandonada en medio del campo, eso supera sus presupuestos. Porque une en vez de desunir.


Así seguimos. Así no, peor. Ahora las autoridades andaluzas avanzan en su misma dirección. El Plan Elías-Juanma de aislar Sevilla paraliza toda posibilidad de crecimiento como ha reconocido en público el “factótum” de la Junta del PP, como ha sido del PSOE, para que nunca pueda ser de Andalucía. Aislar el triángulo Oeste supone abandonar el trazado Sevilla-Lisboa, la SE-40, el tramo ferroviario Sevilla-Santa Ana. Porque acercar Andalucía coadyuvaría a su recuperación. 

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