Las
Marchas de la Dignidad surgidas en 2014 como respuesta al entonces Gobierno del PP y sus políticas, “ejecutadas al dictado de la Troika (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea), consistentes en el robo generalizado de derechos y el empobrecimiento generalidado de la mayoría social”
siguen vivas y en conflictos como el de la
huelga del metal, la actividad bulle. Este
28F llaman a llenar
Cádiz de reivindicaciones y lucha.
“Somos el
espacio unitario más potente en toda Andalucía”,
Rafael Polo, activista responsable de la coordinación de la plataforma en la provincia de Sevilla y en la comunidad. Además, “tenemos presencia en Almería, Granada, Jaén, Córdoba y Jaén”, de manera permanente, apunta, y en Málaga, Motril o Sanlúcar de forma intermitente.
Sin embargo, la pandemia ha tenido un efecto desmovilizador, lamenta, además de que, en los últimos tiempos,
no es sencillo compartir luchas. “Ha salido a la calle un montón de gente de manera espontánea” tras la relajación de las medidas restrictivas, especialmente vinculada a la educación y la sanidad, y no está resultando vertebrar esta respuesta.
Manuel Sáez, portavoz de las Marchas por la Dignidad en Granada admite, por su parte, que
el movimiento ha tenido altibajos en los últimos años y reconoce, asimismo, que la presencia en las instituciones de las fuerzas políticas nacidas al calor de la indignación
no han cubierto las expectativas.
“La opción institucional tiene sus
limitaciones”, remarca. “Y lo estamos viendo”, agrega en referencia a la reforma laboral pactada por la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, con los agentes económicos y sociales, y la reforma de las pensiones. “Los
condicionantes de las clases hegemónicas son claros y romper con eso requiere una decisión política mayor que la que muestran las formaciones que sustentan el Gobierno”, explica.
“Estos partidos
nos han dado apoyo y voz” en muchos de los foros en los que han conseguido obtener representación en las citas con las urnas en los últimos años, apunta, por su parte,
Pepe Aroca, miembro del Sindicato Ferroviario, y responsable de las Marchas de la Dignidad en Jerez.
Pero no es suficiente. “Aunque puedan gobernar algunos de los nuestros, vamos a salir a la calle para denunciar” los ataques a la clase trabajadora. Pone otros dos ejemplos, además de la mentada reforma laboral y de pensiones: la actuación policial durante la
huelga del sector del metal, por un lado, que les ha llevado a pedir la dimisión del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la subida imparable de los
precios de la luz, con un Ejecutivo incapaz de ponerle freno.
“No vamos a dejar de movilizarnos, porque gobierne quien gobierne,
los derechos sociales se defienden”, finaliza.
Sáez considera, además, que el contexto es propicio para apretar. “El análisis que hicimos tras el verano es que hemos apreciado una
movilización muy fuerte de distintos movimientos”, afirma.
“La clase obrera ha entrado en un periodo de intensificación de la
lucha sindical”, asegura. La provincia de Cádiz, dice, es el más claro ejemplo, con el conflicto del metal. “Es una respuesta a la precariedad”, sentencia.
El objetivo es canalizar ese descontento. En 2014 fue sencillo. “El Gobierno del PP estaba haciendo barbaridades”, recuerda. Y se puso en circulación el eslogan de
“Pan, techo y comida”.
“Quizá pueda sonar anticuado”, reconoce Rafael Polo, pero subraya que los problemas en la actualidad
siguen siendo exactamente los mismos que entonces.
El representante de las Marchas de la Dignidad de Granada concluye que “las políticas neoliberales” rigen la actuación de los gobiernos central y autonómico. “La solución es constituir un frente amplio unitario que ponga encima de la mesa las demandas reales de la ciudadanía como el fin de la precariedad, la
desigualdad, el acceso a la vivienda o la política de cuidados que precisan nuestros niños y nuestros mayores”.