La sociedad de las broncas

Publicado: 01/10/2022
Autor

José Diego Amores Revuelta

José Diego Amores Revuelta es licenciado en Historia y Archivero con influencia petermanesca

Reflexiones desde el sofá

Columnas de opinión que sólo pretenden invitar a la reflexión del lector sobre temas de actualidad

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Hemos generado una polémica, sólo y únicamente porque dos deportistas de élite, se han emocionado ante la retirada de uno de ellos
Vivimos en una sociedad donde parece que estamos obligados a discutir. Emitir una opinión en una red social, es poner en bandeja el hilo del foro de debate. Si ponemos la televisión, qué decir de los programas de debate, donde hay que polemizar o sacar la parte más oscura de las personas para motivar que el aludido se tenga que defender y generar una polémica que confluya en un aumento de audiencia.

Todo esto se ha hecho tan habitual que, parece que viva en ese chiste que me contaba mi hermana, del chófer al que no se le podría llevar la contraria o te echaba del vehículo, y el cliente desesperado lanzó un suspiro “pues sí, pues sí”, el chófer frenó y le abrió la puerta del coche invitándole a salir, diciendo “pues no, pues no, ya te vas a bajar”. 

Metidos en esta vorágine, nuestro héroe deportivo nacional, Rafael Nadal, decide acompañar en el adiós al tenis de su gran rival en las pistas durante muchos años, Roger Federer. En esa despedida se captó una imagen que ha dado la vuelta al mundo y generado muchos comentarios, una fotografía donde se ven a los dos tenistas emocionados y agarrados de la mano. Ante esa imagen han salido algunos políticos, diciendo, textualmente, “no sé si somos conscientes del poder de estas imágenes en la ruptura de ciertos estereotipos y en la deconstrucción de una masculinidad terriblemente tóxica” o “combate de los estereotipos más tóxicos de la masculinidad”, vamos resumiendo lo que quieren decir que es un orgullo ver que para ser un machote no hace falta ni reprimir las lágrimas ni coartar el aprecio a otro hombre. 

Ante estas afirmaciones, el presentador del concurso la Ruleta de la Fortuna, Jorge Fernández, ha reaccionado con una afirmación “politizar e incluso sexualizar este momento es patético” y “estos símbolos han existido, existen y existirán siempre en el mundo del deporte, que veo que tampoco conocen”, lo que ha servido para que ex mister España, haya recibido toda clase de palos. 

Estas cosas son las que no entiendo, pues tanto los políticos como el presentador dicen lo mismo, pero en esta sociedad donde hay que luchar contra todo, pues hemos generado una polémica, sólo y únicamente porque dos deportistas de élite, se han emocionado ante la retirada de uno de ellos.

Me gustaría posicionarme en esta absurdez de la que seguramente yo sea cómplice dedicándole esta columna. Estoy plenamente de acuerdo con el presentador. Vivimos en una sociedad, con demasiados complejos sobre el que dirán, de la que estamos saliendo a pasos demasiado lento. Federer y Nadal han dado un ejemplo de deportividad por encima de lo normal, y la emoción es algo innato en el ser humano, masculino o femenino y el que muestren su aprecio personal no debería ser nada extraordinario, lo que sí ha estado fuera de lo común son sus éxitos en las pistas de tenis. Y respecto a lo de “de construir la masculinidad”, me parece que hacemos un flaco favor sacando un tema que esta sociedad, exceptuando sectores aún retrógrados, han superado con creces y quien no lo haya hecho son los que hacen el ridículo en la actualidad, me parece muy poco natural que queramos hablar de algo normal como si fuese una cosa fuera de lo común, porque, como bien dice Jorge Fernández, sólo hay que hacer deporte para saber que el enemigo, el 90 por ciento de las veces, sólo es enemigo el tiempo que dura el partido; pero es que esa reacción la tenemos también cuando un compañero de trabajo termina su contrato, cuando un familiar o amigo cambia de residencia, o cuando la vida dicta su punto y final. Por favor, dejemos de buscar los puntos de desencuentro para salir de nuestra mediocridad, y crezcamos buscando complementar los pensamientos que compartimos y no romperlos para ensalzar nuestros egos. 

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