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Corrupción y democracia

O los políticos acaban con la corrupción o la sociedad acabará con los políticos. Aunque se vayan con los bolsillos llenos.

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Poca solución tienen las cosas cuando es el zorro el encargado de cuidar de las gallinas y poca solución tiene España mientras los dos grandes partidos políticos -los demás, también, pero la proporcionalidad funciona- son los protagonistas de casos de corrupción que están llevando grandes dosis de espanto al mundo democrático civilizado, en el que no estamos los españoles por mucho que queramos y por mucho que se quejen aquellas personas decentes que se sientan personalmente aludidas por mis palabras. Porque no hablo de personas, hablo de país y ahí entra hasta el arriba firmante que se tiene por un hombre decente.

Hablaba con un entrevistado, un sacerdote volcado con Cáritas, hace poco y le decía que el paradigma del español, del latino en general, estaba en una mezcla entre el Quijote y el Lazarillo de Tormesy que podíamos ser los dos a la vez en la misma o distintas medidas, según los casos.

Lo que me ha contestado esta semana otro entrevistado, el secretario general del Sindicato Unificado de Policía (SUP), José Manuel Sánchez Fornet, no hace sino confirmar mi teoría e incluso matizarla, porque hasta podemos ser más quijotes para enjuciar a los demás y más lazarillos para justificar nuestras propias ilegalidades.

Es verdad que un español defrauda a Hacienda y lo cuenta en un bar y nadie se escandaliza porque se ha cometido un fraude, aun sabiendo que independientemente del chocante anuncio de que “Hacienda somos todos” que ponen cuando faltan unos meses para que nos den el sablazo, es verdad que Hacienda somos todos.

Pero independientemente de esa indiosincracia extensible a los países mediterráneos, la situación actual ya comienza a ser demasiado peligrosa y puede dar una desagradable sorpresa a todo un país si alguien no comienza a poner coto a los desmanes que se están descubriendo un día sí y otro también, ahora de un partido, ahora de otro, de forma que se está perdiendo o se ha perdido ya la confianza en quienes estaban llamados a solucionar los problemas y han terminado convirtiéndose en el principal problema del país.

Que la propia Policía -o un representante sindical de la Policía con muchos años de experiencia- reconozca las presiones para no investigar a políticos; que los indicios que se encuentren contra una persona normal y corriente van a permitir que le registren su casa mientras que para registrar la vivienda de un político o la sede de un partido hay que pedir la intervención del Espíritu Santo porque los fiscales se la cogen con papel de fumar; que los propios mandos policiales tengan en sus cajones el resultado de investigaciones sin siquiera ponerlos en conocimiento de la Justicia... todo eso y mucho más es suficiente para hacer saltar las alarmas porque ya se conoce cuál es el siguiente paso.

Dice Sánchez Fornet que o se acaba con la corrupción o la corrupción acaba con la democracia. Y yo digo que o los políticos acaban con la corrupción o la sociedad acabará con los políticos. Aunque se vayan con los bolsillos llenos.

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