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Viernes 19/04/2024  

Sindéresis

Mi padre

No te preocupes, que no nos olvidaremos de echar la Primitiva. Ni de reír, comer y beber

Publicado: 22/01/2023 ·
18:55
· Actualizado: 22/01/2023 · 18:55
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

Del propio autor:

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Mi padre creía en Dios. Lo he escuchado alguna vez quejarse de que ya no existía temor por Dios. Es una expresión chocante en alguien tan poco asustadizo; no temía por él, claro. Mi padre hablaba con Dios y le pedía cosas, pero nunca para él. A mi padre lo único que le preocupaba de la muerte era cómo se quedaban los vivos.

Y esa era su única religión: la vida.

Recuerdo que, cuando murió mi abuelo, su padre, era Carnaval y mientras nos preparábamos para ir al velatorio, o al entierro, no lo tengo claro, mi hermano y yo estábamos tarareando alguna letra que nos queríamos aprender. Mi madre nos dijo que estaba feo cantar en esas circunstancias, que el abuelo acababa de morir, y lo entiendo, pero mi padre dijo inmediatamente que dejara que los niños cantaran.

Y no lo he escuchado cantar en mi vida.

Mi padre era el Capi, o el Vivi, según a quién le preguntes. Lo del Capi parece claro: patrón de barcos, patrón del Vaporcito durante un tiempo, maestro de remolcadores. Lo de Vivi viene por vivo, astuto, y para que en el Cádiz de la posguerra te llamen así, ya tenías que ser astuto, ya tenías que estar vivo.

Mi padre no sabía pronunciar Playstation pero cuando nos la regalaron por Reyes consiguió que el tío de la tienda le pusiera el chip pirata; porque mi padre era un señor, pero, no os queda duda, era un señor pirata cuando hacía falta.

A mí me enseñó a nadar, a montar en bicicleta y a mirar, aunque esto último creo que no lo hizo voluntariamente. Me enseñó a mirar de manera intimidante porque ese es el mejor modo de evitar una pelea, y a él no le gustaban las peleas; le gustaba la vida, ya os lo he dicho: reír, comer y beber.

A mí padre le han montado un sepelio a las dos y media de la tarde, en to la hora de la comida, y estoy seguro de que habría protestado. Y luego, claro, el viaje a Chiclana en to la hora de la siesta, por lo que habría protestado más. Ya os he advertido que no era amigo de las liturgias, y le tenía respeto a los muertos, pero no tanto a la muerte.

Mi padre era un cazador recolector. Una vez lo vi ensartar un choco a tres metros de distancia con un garabato. Tenía una mano del tamaño de la Plaza de San Antonio.

Aprendió a mostrar afecto en sus últimos años de vida, y creo que eso es lo mejor que le podía haber pasado.

Mi padre era el tío más querido de la plazoleta, y yo creo que lo sigue siendo.

Aprendió francés y se le olvidó, con dos cojones.

Hay doscientas cincuenta mil anécdotas que contar de mi padre, pero si queréis saber más tendréis que estar atentos a la próxima vez que sus amigos celebren el partido de pelota de trapo en la Plaza Mina; la vieja guardia.

Mi padre quería a mi madre con locura y toda su vida se sintió afortunado de haberse casado con ella.

Ha sabido echarse a descansar a tiempo. Papá, te queremos.

No te preocupes, que no nos olvidaremos de echar la Primitiva. Ni de reír, comer y beber.

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