Tras la publicación de “Juego de versos” (2020) y “Viejos ecos” (2022), Manuel Jesús Pacheco edita “Lugares comunes” (Editorial Cuadranta). Al cabo, tres poemarios en un corto espacio de tiempo y que dan cuenta del ferviente proceso creativo del joven escritor roteño.
Signado por la inicial cita hernandiana: “Llegó con tres heridas:/ la del amor/ la de la muerte/ la de la vida”, el volumen se divide en ese mismo tríode apartados y ahonda en el cotidiano acontecer, en sus duelos, en sus dichas, en sus lamentos, en sus venturas… Y lo hace mediante un verso bien ritmado que conjuga con la verdad candente de lo que aquí se canta y cuenta: “De entre la umbría de las hojas llega/ la luz reveladora, de repente,/ y el alma, sosegada entonces, riega/ su gozo: no querer ser diferente/ -ese anhelo que nos niega y nos ciega-,/ hallarse bien en el lugar presente/ y sentir gusto haciendo lo que se hace./ Dentro está -¡lejos!- lo que nos complace”.
Desde ese rumor que nos acompaña, que aviva nuestra existencia y, que no es sino la prosa de la vida, Manuel Jesús Pacheco encuentra el referente fundamental para vertebrar el hilo conductor de estos cuarenta y dos poemas: la habitabilidad de una estructura que sea capaz de enlazarnos, de anudarnos a lugares comunes en donde lo racional no impida lo emotivo: “Estar contigo es más que solo estar/ con alguien en un mismo espacio y tiempo,/ es zambullirse en costas felicísimas (…) asomarse a un pretil de mil misterios,/ soñar que sueñas que te estoy soñando,/ recordar que no quiero vivir muerto”.
Las experiencias del yo poético van conformando, a su vez, un universo donde crecen las preguntas y, en cada uno de sus interrogantes, crece la incertidumbre de un presente y de un mañana por descubrir: “La vida es la duda, un cruce/ de dedos y ojos cerrados/ al dar un paso en la tiniebla”.
Sabedor de que lo pasado no es exactamente todo lo pretérito, el escritor gaditano se aferra a la memoria y desea reescribir parte de ese oro sucesivo que son los recuerdos. Desde ellos, junto a ellos, es consciente de su deuda con lo ya conocido y, aún más, con lo amado: “En aquella terraza se encontraba/ lo que merece la pena en la vida (…) Y allí, tú, por capricho del azar”. Un azar, quizá, que pudiera llamarse suerte, coincidencia, destino…, pero que como ya hiciera Jung, se denomina,también,sincronicidad; la misma, en suma, que torna al sujeto lírico en ángel fieramente humano: “Creo en la aleación firme de dos sentires,/ en la arista punzante que se pule/ con caricias, cariño y comprensión,/ en la voluntad que, como una palmera,/ se tambalea, pero, aguanta, flexible,/ las duras sacudidas de un huracán”.
El conjunto es, en suma, una lírica síntesis de lo que esconde el silencio del ser, un bello territorio donde se acumulan sugestivas realidades, atractivas visiones, y que se concretan en una voz que siente y clama hondamente: “Las aves del gozo y la pena/ laten justo en el mismo nido/ donde viene a poner sus huevos/ el buitre voraz de la muerte”.