La educación es la base fundamental para que esta sociedad que hemos creado evolucione y logre ese avance necesario para construir una civilización mejor. Desde esa premisa, el docente es el pilar fundamental y crucial para el desarrollo social y personal de nuestro futuro, convirtiéndose en una herramienta inspiradora que va mucho más allá del contenido académico y de las propias aulas. Su papel es esencial en la formación de futuros ciudadanos con valores, habilidades y conciencia social, donde la actitud crítica, la curiosidad, resolución de problemas, la colaboración, comunicación y relaciones sociales adquieren una enorme importancia directa o indirectamente.
Un buen maestro puede lograr resultado que marcarán diferencias futuras superando las expectativas de los propios padres. Pero un mal docente también implica resultados negativos, afectando al tejido social en su conjunto. Como en toda profesión, siempre existe ese perfil que no encaja y que entorpece el desarrollo psicoeducativo de los alumnos, sin que exista un verdadero control al respecto que sirva de garante durante todo ese proceso formativo.
Educación debería tener un mayor control en estos temas y dejar de archivar quejas en cajones, o dar soluciones irrisorias ante situaciones constantes que ponen en peligro los cimientos de cualquier centro. Los cambios de aulas, de centros, las bajas temporales, etc. no son un resultado eficiente ante un mal docente. Está claro que no hablamos de tener un mal día, seguro que me entienden, el mal docente se conoce, se sabe y de una u otra manera, es punto del día tanto en las Ampas como en las reuniones de equipos directivos.
Ser docente conlleva una enorme responsabilidad y por ello, un mal docente, y sabemos bien a qué nos referimos, no debería estar frente a mentes en proceso de aprendizaje. Dar clases es más que estudiar una carrera y aprobar unas oposiciones, existen actitudes y aptitudes que se deberían considerar para llevar a cabo dicha labor, y mecanismos más exigentes que velen por la seguridad de los estudiantes, sobre todo, los más pequeños. Mi admiración siempre por aquellos docentes que superan las adversidades y contribuyen de forma positiva en el futuro de una sociedad mejor.
