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¿Se acerca a la Tierra el planeta Nibiru?

Se dice que cada vez que el planeta Nibiru se acerca a la Tierra, ésta sufre cambios catastróficos -siendo los más leves las inversiones de los polos- y acaba con gran parte de la vida animal y humana.

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En muchos lugares se están disparando las alarmas. Se cree que circula por esos lejanos cielos un planeta al que llaman Nibiru, Hercólubus, Marduk o Planeta X, de color rojo, aunque la expresión ‘planeta X’ la aplican los astrónomos a cualquier presumible planeta que se encuentre más allá de Plutón. De este supuesto e ingente cuerpo celeste, no se sabe cuántas veces mayor que la Tierra y que los astrónomos niegan haber visto, se dice que tiene una órbita elíptica que traza entre un denominado ‘sol negro’, muy remoto, y el Sol de nuestro sistema. En dicho trayecto invertiría más de 3.600 años. Se dice también que cada vez que el planeta Nibiru se acerca a la Tierra, ésta sufre cambios catastróficos -siendo los más leves las inversiones de los polos- y acaba con gran parte de la vida animal y humana.

  

 El polémico astrónomo y sismólogo chileno Carlos Muñoz Ferrada, fallecido en 2001 a los 92 años, vaticinó que Nibiru se acercaría a 14.000 kilómetros de la Tierra a principios del siglo XXI, sin llegar a chocar con ella, y causaría desastres electro magnéticos, terremotos y tsunamis, además de la inversión de los polos terrestres y la activación de varios volcanes, particularmente en el gran triángulo cuyos vértices comprenden Valparaíso, Borneo y la costa Sur entre Francia y España. Según Ferrada, Nibiru sería un planeta con cola o un planeta-cometa y tendría tres velocidades de traslación: 92 kilómetros por segundo al rodear el sol negro, 62 km/s. al acercarse a nuestro Sol y a la Tierra y la friolera de 300 km/s. en su zona media orbital. La Tierra se traslada alrededor del Sol a una velocidad media de casi 30 km/s.

 

   Muñoz Ferrada es conocido principalmente por haber predicho con extraordinaria precisión en 1938 la fecha y hora del terremoto que asoló Chile en 1939, basándose en la teoría de la Geodinámica y conocimientos secretos de las culturas orientales, según declaró. El terremoto causó más de 40.000 víctimas mortales. Paralelamente a estos acontecimientos anunció anticipadamente grandes cambios climatológicos, erupciones volcánicas y el descubrimiento de nuevos cometas y planetas. Debido a la puntualidad del terremoto que auguró en Chile, las predicciones de Muñoz Ferrada sobre el planeta Nibiru fueron tomadas en serio por el gran público, aunque no por la ciencia astronómica oficial.

 

  El escritor Zecharia Sitchin trata de documentar en su fascinante obra ‘El duodécimo planeta’ que los sumerios ya conocían las idas y venidas del planeta Nibiru, considerando catastróficos sus acercamientos a la Tierra. Según Sitchin, Nibiru fue el causante de la explosión del planeta Tiamat al chocar contra éste una de las lunas de aquél. Debido al choque, la parte de Tiamat no desintegrada llegó a ser el planeta Tierra, en tanto que los restos de Tiamat formaron el cinturón de asteroides que orbita entre Marte y Júpiter, justamente donde debería haber un planeta, según la ley matemática de Titius y Bode. En opinión de algunos astrónomos, este planeta pudiera ser el denominado Faetón. Por otro lado, el nombre de Nibiru se lo daban los sumerios a un planeta que relacionaban con el dios Marduk y que probablemente era el planeta Júpiter.

  

 Nuestra Luna sería uno de los satélites que acompañaban al planeta Nibiru, ahora atrapada en la órbita terrestre, de ahí que su composición sea tan diferente de la Tierra, además de ser más antigua. A la vista de una placa monumental de la antigua Sumeria y ante la interpretación de los escritos de la vieja cultura desaparecida, Sitchin teoriza que los sumerios conocían todos los planetas del sistema solar, incluídos Urano, Neptuno y Plutón, éste último descubierto en 1930. El duodécimo planeta sería Nibiru.     

    Por la red informática circula la idea de que algo que pudiera estar relacionado con la observación del planeta Nibiru es el lanzamiento al espacio de la sonda Siloé por parte del Vaticano. Dicha sonda habría sido construída en el Area 51 de los Estados Unidos y colocada en órbita no por un cohete de la NASA, sino por la astronave Aurora, de última generación tecnológica y capaz de salir de la atmósfera a velocidades supersónicas.

 

  Una supuesta fotografía del rojo Nibiru acompañado de seis lunas, vista que podía observarse en la Red hasta no hace muchos meses, se cree que pudiera haber sido tomada por la sonda Siloé, si bien otras opiniones atribuyen su autoría al telescopio de rayos infrarrojos que el Vaticano levantó en el Monte Graham de Arizona en 1993 y que  algunos medios estiman que lleva el sobrenombre de ‘Lucifer’. Además de estos telescopios, el Vaticano tendría dos importantes observatorios de exploración espacial, uno en Chile y otro en Alaska, manejados por astrónomos jesuitas. Naturalmente, mientras no exista acreditación fehaciente del asunto, lo expuesto en relación con el Vaticano, que lo es a modo anecdótico, está considerado como pura especulación.   

   

En contra de la existencia del planeta Nibiru está la entera comunidad científica de astrónomos. Aduce ésta que es imposible que un planeta se mueva en una órbita tan marcadamente elíptica como la que describen sus defensores y más rotando entre dos soles remotísimos entre sí, estando fuera de nuestro sistema planetario el que denominan ‘sol negro’. Todos los planetas orbitan más o menos elípticamente alrededor de una estrella, aunque en algún caso la tal estrella pudiera ser binaria. Nunca orbitan los planetas como lo hace un cometa, por lo que, de existir realmente Nibiru, se trataría de un cometa y no precisamente de dimensiones mayores a las de la Tierra. De existir Nibiru y aparecer cada poco más de 3.600 años, la Historia habría documentado claramente su última aparición, pues, de causar tantas catástrofes que se le imputan, el hecho no hubiera pasado inadvertido a la humanidad. Por otro lado la NASA afirma que no ha encontrado prueba alguna de la existencia del planeta Nibiru. De ser un cuerpo de gran tamaño, mayor que el de Plutón, ya se habría descubierto hace tiempo, incluso si se hallara más allá del cinturón de Kuiper, donde se cierra el sistema solar.  

  

 El cinturón de Kuiper, descubierto en los años noventa del siglo XX, es un conjunto de objetos compuestos por hielo y rocas que orbitan en el extremo del sistema solar. Hasta ahora solamente se conocen unos 800 de estos gélidos cuerpos. Los astrónomos creen que los cometas de periodo corto o con órbita inferior a los doscientos años proceden de dicho cinturón. Fuera del sistema solar se han detectado otros planetas que orbitan alrededor de sus respectivas estrellas. Ninguno de ellos lo identifican los astrónomos como el famoso planeta Nibiru, dado que sus órbitas son cerradas, es decir, que tales cuerpos circundan exclusivamente sus respectivos soles y no efectúan órbitas elípticas que se extiendan a los soles de otros sistemas planetarios. No se detecta, pues, un hipotético planeta Nibiru que desde un lejano sistema planetario y desde un supuesto sol negro se acerque amenazadoramente a nuestro Sol y a nuestra Tierra.

  

 Otra cosa es que Nibiru pueda ser un cometa o que con ese nombre pueda ser bautizado en el futuro algún nuevo cometa o asteroide que se aviste por vez primera. En modo alguno sería el gigantesco cuerpo híbrido de planeta-cometa que describe Muñoz Ferrada. En el peor de los casos, si un cometa o asteroide impacta en la Tierra, ésta no sufriría las catástrofes que algunos pronostican. La atmósfera desintegraría gran parte del intruso y sus restos caerían diseminados en varios lugares. Constantemente caen rocas del espacio y la Tierra sigue su curso.

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