Perder peso está siendo casi habitual. Mucha gente lo está sufriendo a pesar de la inactividad provocada por el Covid. Ya decíamos ayer (y anteayer, y más atrás) que no se puede vivir solamente del turismo. Menos aún de la construcción, que se lleva más de lo que deja. El personal come todos los días, se viste todos los días, por lo tanto la industria sí mantiene la economía. Y el comercio, como parte activa que es de esta. Pero el turismo es estacional y se hace imposible ante cualquier traspiés como una pandemia, en este caso. La construcción sólo es un “bloof”, muy útil desde hace unos años, para dejar barrios fantasma y edificios vacíos o a medio construir. Construir para quien no lo necesita es el mayor peligro, el mayor crimen ante la necesidad de vivienda existente, materializado por la especulación.
Adelgazar no es sólo cuestión humana. Las ciudades también adelgazan cuando disminuyen su población. Y también es responsable la especulación. La desproporción entre ingresos y costos, solamente tiene un nombre: especulación. Vergonzosa especulación. Más vergonzosa porque no sólo no es combatida, no es contrarrestada, sino que es apoyada y hasta promovida desde el poder, que se convierte en primer especulador cuando forma parte de tan irresponsable “panda”. No hay más que ver la política municipal de vivienda, premiando a los especuladores con la compra en vez de construirlas, que resulta mucho más barato, para luego convertir la entrega en un reparto de suerte. A quien la tenga.
Es un abuso intolerable, una burla macabra, llamar “oportunidad” a los 70.000 ú 80.000 euros de un piso de 70 m. Es más macabro aún apodar “alquiler seguro” a cobrar cuatro o cinco mensualidades, ya recrecidas, para habitar una vivienda. Es doble burla, doble insulto a la inteligencia, llamar “alojamiento colaborativo” a vivir en una o a lo sumo en dos habitaciones, con cocina y lavadero común. Y seguiría siendo abusivo aunque la cocina y el lavadero estuvieran en el mismo “alojamiento”, a los precios estipulados de entre 300 y 600 euros. Para todo esto, además, se somete a los posibles interesados a la humillación de un sorteo. ¿Puede ser necesario? Si la renta no debe superar el 30% del salario ¿es necesario sortear esas infraviviendas, a quien perciba más de 1.800 euros al mes? ¿Es posible que haya gente interesada en soportar todo eso?
Cosas veredes. Nadie parece dispuesto a comprender que la compra más segura es la que se puede pagar. El alquiler más seguro, no es el que sufre el peso damocliano amenazante del desahucio. El alquiler no se asegura cobrando más, eso es una falacia inventada para ganarse a los arrendadores. El alquiler se asegura cobrando lo justo y no es justo que el gasto en vivienda supere la mitad del importe del salario, cuando no el salario íntegro. “Que no alquile, si no puede pagarlo” dicen los especuladores. ¿Habrán pensado cuanta gente puede realmente? La mayoría hace números, cábalas, lo intenta. Pero la realidad es más fuerte. Es necesidad, no mala intención. Mala intención es la de quien sube sin importante las consecuencias, la de quien sólo piensa en su beneficio personal y busca vivir a costa de quien menos tiene.