Así se titula el espacio dominical vespertino dedicado al cine español tolerado, como se decía antes, que tiene uno de estos canales nuevos de la “tdt”. No está mal, aunque está pensado para dar la réplica y motivar la comparación con “Cine de Barrio”, el espacio de la Uno de televisión española que tiene lugar el sábado. Hablar de él es evocar el piano y la voz cantante de Pablo Sebastian, tan particular como potente, junto a José Manuel Parada, el presentador que introdujo la merienda en el plató. Recordaremos que echó a andar en verano, en la segunda cadena. Debido al éxito se pasó a la Uno y ahí sigue, sin cambios en el fondo del formato pero sí en la forma. De la salita de estar se ha pasado a un escenario decorado con buen gusto a pesar de la modernidad. Debido a unas imágenes subidas de tono, José Manuel Parada fue sustituido por Carmen Sevilla y Juan Carlos Cerezo y cuando éste dejó el programa Inés Ballester fue quien se sentó en sofá frente a Carmen. Y sucedió lo que tenía que suceder: no hubo conexión entre ellas ni con el público y al no satisfacer la directiva optó por un cambio radical. La hablilla no va a cuestionar la labor de Inés Ballester pero si hacemos un repaso a sus trabajos en televisión, pocos son los que han llegado a término y si lo ha logrado ha sido por los profesionales que han colaborado a su lado, desconocidos para la audiencia algunos pero fundamentales para sacar adelante los proyectos en los que esta profesional ha sido rostro identificador.
Ahora surge su imagen con el delantal en el matinal de la Uno, con el que estuvo en antena unas seis temporadas, al parecer. Sus puntales fueron Manuel Giménez y Karlos Arguiñano y sólo una vez consiguió ser el más visto a esa hora. Claro que tenía a dos rivales imbatibles, así que su espacio tenía todas las características de ser una opción. Llegados a este punto, convendría profundizar un poco y tratar de averiguar por qué no conecta. Una de las respuestas puede encontrarse en el no reconocimiento, que no la ignorancia, de las propias limitaciones, con el mayor de los respetos.
Ser periodista no implica dominar, saber manejarse y manejar todos los medios. Es este el punto flaco de muchos profesionales, una equivocación extrapolable a todos los campos laborales, sin embargo en el caso que nos ocupa son muchos los que adolecen de ese mal, el de creer que saben estar en todas partes. Como ejemplo citaremos a la inolvidable Encarna Sánchez, excepcional en la radio, de donde nunca debió salir -al igual que Parada- y a ella volvió cuando acabó su fallida experiencia en la televisión. Yolanda Flores y Pepe Domingo Castaño –aunque brevemente- son ejemplos de lo mismo y como casos excepcionales citaremos a Joaquín Prat y a Julia Otero, que a pesar de haber triunfado en ambos medios volvieron al mundo de las ondas. En el caso de Inés Ballester, aunque sus comienzos fueron en la Cadena Ser, se la recuerda por su paso por Antena 3 primero y por la Uno después. Ahora la vemos sustituyendo al inolvidable Uribarri, donde no termina de conectar aunque su sonrisa sea cautivadora, eso es indiscutible. La causa podría ser esa, que ríe demasiado, que carcajea espontáneamente cuando pregunta o cuando le responden, provocando en el espectador una sensación extraña, que le hace sufrir porque el entrevistado –su cara lo delata- no llega a entender, se le escapa el origen, el motivo de esas risas. Su carácter podría encajar en un concurso. Difícil reto, pero quizás ese sea su campo.