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Hablillas

Otra de libros

Mañana este libro satisfará la ilusión de muchos, provocará la contrariedad de unos y el enfado en otros.

… Para variar. Si la semana pasada estas hablillas trataron sobre el libro electrónico, ésta vuelve al de papel, simplemente porque no morirá. Como todos los años, las librerías exponen los últimos títulos, los reeditados y los de siempre y aunque las ventas se resientan siempre se echa mano de ellos para esos ojos inquietos, para esa nariz que se extasía con el perfume de la página impresa y para esas manos que lo acarician hoja por hoja hasta el final, sintiendo renacer esa relación que no terminará aunque sean las ejecutoras del cierren el libro tras las páginas de respeto.

No vamos a entrar en los más vendidos pero sí y solo un poco en ese título que aprovechando la oportunidad y el momento se reedita, al parecer, semanalmente y que ha hecho estallar el malestar de muchos, quienes con dolor se preguntan si es realmente “eso” lo que la gente lee. Pues todo indica que es lo que gusta porque lo que no gusta, precisamente, es leer. Por si no está claro aún, los renglones anteriores se refieren al trabajo de la colaboradora del programa que espabila la sobremesa, a pesar de que existen muy buenas opciones en los otros canales.

Hecha la aclaración, a buen seguro que los compradores no serán lectores habituales sino los adictos al morbo que les alimenta la oxigenada y siliconada rubia, la experta en alaridos, insultos y cortes de manga, porque los que la ven esperan ansiosos a que una mano se levante y choque brutalmente contra un cachete, a que suene el tortazo que no llegará porque es lo que incrementa y mantiene el interés.

Una serie de entrevistas han dado forma a este libro que no tiene autor conocido, sino a uno o a varios “negros”, autores sin nombre, que no anónimos, que son contratados para estos menesteres y para narrar series diurnas y nocturnas que distraen el tiempo de la ingesta diaria. Libros que nacen a partir de la imagen y no al revés, con lo cual poco hay que motivarla pues el lector no tiene que crear y formar la escena que la lectura le da porque la recuerda.

En cualquier caso, este escritor desarrolla una profesionalidad que a la larga puede resultar bastante más remunerada que la de uno conocido, sin embargo vive condenado a permanecer en la sombra del popular, a ser un profesional invisible, lo más parecido a un fantasma. Si damos un paseo por la red encontraremos muchos artículos sobre esta modalidad que reporta pingües ingresos también a las editoriales.

Pero no concluyamos equivocadamente por una mala interpretación. Estos personajes televisivos que han ido quemando etapas como si fueran másteres de su propia existencia, que aparentan vencer el pudor que no tienen para contar lo incontable, probablemente, no vuelvan a aparecer en la portada de un libro y tal vez sea este su esfuerzo final, el total de un montante pecuniario que será mucho menor de lo que afirmen haber ganado. Este caso no es único, desgraciadamente, y se hablará de ello tantos meses como nos separan de la feria del libro madrileña.

Si hay lugar, la hablilla retomará el tema y será el cierre de este proyecto editorial que día a día se aleja más de él tornándose real. Seguro que será el stand donde se forme una cola tan larga como el camino terrizo del parque de carruajes del Retiro. Lo veremos y lo comentaremos. Mañana este libro satisfará la ilusión de muchos, provocará la contrariedad de unos y el enfado en otros. Con un punto de tristeza concluimos en que la publicidad hace inevitable lo fácilmente eludible. Es mercadotecnia. Hoy se la conoce como marketing.

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