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Hablillas

Mujer real

Una mujer es especial por el hecho de serlo, por su ternura, por su estilo, por su carácter, por su personalidad, en suma.

La espalda femenina es la sublimación del silencio, de ese silencio que habla por sí mismo. Cuando aparece es como una revelación siendo el pensamiento quien sorprende al observador con un torrente de sugerencias. Los poetas han cantado su olor. Los pintores han reproducido el color de la piel que la cubre, los lunares que lo alteran, los surcos del tiempo. Los escultores han cincelado acertadamente su lisura. Los fotógrafos han captado el bello instante de la insinuación. El mundo de la moda recurre a ella con frecuencia y en estos días la vemos asomando bajo un vestido reticular negro. Una conocida firma la adopta para lanzar una nueva tendencia, una nueva línea con un mensaje claro y contundente “me queda bien y me gusta”.
   

Desde hace varios años, la pasarela es un espectáculo visual donde se muestra el talento del diseñador. Si hacemos un poco de historia, poco queda de aquellos pases en salones donde se reunía lo más granado de la sociedad ante una taza de té con pastas mientras disfrutaba de la ropa en un cuerpo estilizado, elegante y natural. La evocación rescata la entrada de Analía Gadé en la tienda de Pedro Rodríguez para adquirir los vestidos que luciría en las recepciones junto a su esposo. Inolvidable aquellos modelos de Una muchachita de Valladolid.

Poco a poco esos salones se fueron agrandando, se fueron cayendo las paredes, las alfombras se cambiaron por parqué, las maniquíes perdieron las curvas para ser simples modelos, asexuadas o casi andróginas, caminando a saltos para mover un vestido, para darle el aire y la vida que casi perdieron por las tendencias. Como en todo lo novedoso, nos hemos ido adaptando al cambio, al drástico cambio no ya de la forma sino del contenido, con mensajes que han causado estragos quizás por exceso, miles de imágenes que han ido deformando las mentes más vulnerables por efecto de saturación. Para remediarlo se eliminaron tallas, se exigió un peso razonable en las modelos y ahora una conocida firma lanza una línea para la “mujer real” con tallas entre la 40 y la 52, para que se vista “como quiera”.

Si hubiera espacio la frase daría para escribir un buen número de páginas. Nos quedaremos, por tanto, con lo más directo y es la posibilidad de poder tener en el armario ropa de diseño confeccionada en una “talla normal”. Falso, sería más bien en una talla grande porque cuando entramos en estas tiendas apenas aparece en la etiqueta la cifra 46. De la 48 ni hablamos. De hecho hay diseñadores que la talla mayor que confeccionan es la 42 y uno de los favoritos de la Princesa de Asturias no pasa de la 38.

Por lo tanto, esta línea ha desatado la polémica debido al concepto, que no es otro que aludir -directamente y a bocajarro- a una talla especial. Concepto que fomentará reflexiones en torno a la delgadez, erróneamente confundida con la elegancia. Concluimos en que esta línea habrá nacido con la mejor intención pero con un concepto que habría que matizar y no es otro que haber etiquetado a la usuaria de una de estas tallas como “mujer real”, pues esto evoca singularidad. Una mujer joven o menos joven debe tener curvas y pecho y no es especial por las cifras que definan su talla.

Una mujer es especial por el hecho de serlo, por su ternura, por su estilo, por su carácter, por su personalidad, en suma. De hecho, la modelo elegida, la postura fotografiada ofrece el silencio de su espalda con la melena recogida en la mano, silencio que resbala por la falda deteniéndose en las pantorrillas, gritando desde los contrafuertes de los zapatos de tacón que sostienen un cuerpo con curvas. El de una mujer real.

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