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Hablillas

Los años del NO-DO

Hace treinta y tres años que el NOticiario DOcumental dejó de emitirse, sin embargo la sociedad parece sentenciada a seguir viendo –viviendo- en blanco y negro.

Se trata de un espacio de poco menos de una hora que discurre entre el postre y la sobremesa semanal, antes de que comience el concurso que pone a prueba el saber y la memoria de los concursantes por una suma, llamémosle, poco coherente en comparación con otros programas. El blanco y el negro, la voz de Matías Prats nos devuelven a las desaparecidas sesiones de tarde del Cine Almirante, el olor a pipas de girasol comidas a escondidas y las emboladas del insecticida orión con olor a pino para aligerar un poco la cargazón del ambiente. Ir al cine, entonces, no se limitaba a ver la película porque “saltarse” el NO-DO era equiparable a un pecadillo venial. Bromas aparte, con este programa apreciamos el punto de vista de aquella sociedad, condicionado por el momento histórico y sus consecuencias.

Una sociedad que estaba resurgiendo de la necesidad y la escasez con mucha más hambre que ganas porque se encontraba desfallecida. Se trata de un documento testimonial del blanco y del negro que lo envolvía todo mientras se cruzaban las miradas, mientras caían, uno tras otro, los silencios. Resultan conmovedores los rostros de los obreros, las condiciones tan rudimentarias en las que trabajaban, las primeras protestas, las primeras manifestaciones interrumpidas, pero lo que más conmueve es la aparición de los niños, modositos y formales ellos, en una fila en el colegio, en un reparto de juguetes y resulta doloroso verlos cómo, espontáneamente, perdían la compostura ante un bollo dulce y un vaso de leche. Se los daban en Navidad, durante la jornada escolar, con un villancico de fondo para ir directamente a la plaza Mayor de Madrid tras un apresurado fundido en negro, ocultador de la pena.

Tanta escasez resulta inconcebible para los que afortunadamente no la sufrimos pero sí es cierto que muchos de aquellos niños que se vieron obligados a madurar antes,  que vivieron una infancia difícil porque la palabra  “feliz” solo estaba en el diccionario, que trabajaron duramente para ayudar a sus padres con un aporte de su sueldo y ahorrar lo que les quedaba para casarse y sacar adelante su propia familia, son estos niños de setenta y muchos años los que hoy ayudan a las de sus hijos a llegar a fin de mes.

Los sueldos obligan a la reclusión, a quedarse en casa. Eso cuesta a quien ha tenido vida social y la televisión, por mayoría, se constituye como distracción. Los partidos de fútbol son los espacios estrella, si bien no le quitan adeptos a los programas gastronómicos que tanto proliferan por las cadenas, precisamente ahora que hay poco  para llevarse a la boca. Los cocineros, lustrosos, panzones y sonrientes ellos, aluden a la baratura de lo cocinado, diariamente, repetidamente al asomarse a la pantalla tras un primer plano de calamares, jamón, redondo de ternera, lubina y chuletas, cocinados sobre una amplia placa vitrocerámica, en unos cacharros impronunciables, manipulados con utensilios del mejor acero inoxidable, moviéndose con soltura por una cocina de ensueño desde donde nos recalcan que lo bueno no es caro. La coletilla sería clara, categórica e irrefutable: no hay, como denuncia el anuncio del bocadillo mágico, como tampoco había en aquellos años que mostraba el NO-DO.
Hace treinta y tres años que el NOticiario DOcumental dejó de emitirse, sin embargo la sociedad parece sentenciada a seguir viendo –viviendo- en blanco y negro.  Hay tanto que atenuar…

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