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Patio de monipodio

Inducir el voto o torcer el brazo a la democracia

La democracia no interesa. Aunque se llamen demócratas, aunque presuman de defenderla, requieren manos libres para hacer el interés del partido

Publicado: 26/11/2018 ·
22:34
· Actualizado: 26/11/2018 · 22:34
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

Patio de monipodio

Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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El mundo es una encuesta. Hace tiempo se llamó a la prensa “4º poder”, título heredado por la publicidad hace unos años, ya camino de “coronar” una paraciencia sobada por todos, cada vez menos útil de tanto masaje. Las encuestas “sirven” (usar no es servir) para conocer gustos y tendencias. Para valorar la aceptación de determinados productos de alimentación, higiene, vestido o locomoción. Por ejemplo. Determinar el número de oyentes de radio o espectadores de TV, por medio de unos baremos comparativos incapaces de acertar, por la distancia entre el “universo encuestado” y el número real aplicado. O para “conocer la intención de voto ante unas elecciones próximas” o, más simple, porque sí. Porque, seguramente, de vez en cuando conviene mover un cotarro tan aburrido como abúlico es el interés de los políticos, más obligados por la dirección de su partido que por el mandato implícito en la aceptación del cargo. Será consecuencia de no votar seres humanos.

“Democracia”, composición del griego “Demos” (pueblo) y “Kracia” (dirección, gobierno), significa, literalmente “Gobierno del pueblo”, concepto hoy tan lejos de la realidad, sobre todo dónde el voto es para partidos como elemento-unidad en los que se deposita la representación, más aún cuando, como ocurre en España, esa supuesta representación supone la única forma, la única posibilidad de participar en la gobernancia, porque se excluye la, se huye de cualquier otra acción que realmente acerque a la ciudadanía al hecho de gobernar, a la posibilidad de decidir. Votar ha quedado reducido a hacer pasar una papeleta por una ranura cada cuatro años. La acción de los gobernantes, de aspirantes a gobernar, y de los medios de comunicación, ha llevado a confundir nombres y siglas, personas y partidos, a devaluar ideologías, al dejar oculta la dinámica, la estrategia de gobierno, tras simples gestos que hacen la imagen de los partidos y airean los informadores.

La democracia no interesa. Aunque se llamen demócratas, aunque presuman de defenderla, requieren manos libres para hacer, no lo que el votante precisa, sino el interés estratégico de la dirección del partido; no la voluntad del votante, sino la de otras instancias, verdaderas detentadoras del poder a las que obedecen. Si la democracia es el “Gobierno del pueblo”, para ser democracia necesita la participación del pueblo. Participación que niegan ciertos gobiernos de apariencia democrática y tendencia al totalitarismo. Sólo países de profunda raíz democrática, como Suiza, Holanda, Inglaterra o Bélgica, no sólo permiten: practican el sano ejercicio de la consulta popular, forma clara de hacer posible la participación y que sea el pueblo quien diga la última palabra. La democracia es un peligro para estos gobernantes. Por eso hay que conducir el voto, crear el ambiente, llevar a la conclusión de a quien conviene votar. Eso cambia los resultados según quien las haga. El pretexto continúa siendo “conocer la intención de voto”, pero por interés propio, el objeto real de muchas encuestas es inducir al voto, mediante la adjudicación de mayor porcentaje a una determinada tendencia.

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