No son “il buono, il brutto, il cattivo”. Pero lo que son capaces de hacer por un puñado de votos, es de órdago. Y lo que no hacen, que es peor. El eterno aspirante “sólo aspira a ganar”; pues cuidado qué aspira, porque el aire no es medicinal, precisamente, y sus amigas, las grandes empresas (las chicas, también, pero a más, más) mejor que nadie, le pueden explicar por qué. Porque no sólo es lo que tiran, sino lo que inducen a tirar para aumentar el beneficio. Que por eso necesitan un partido que aparente representarles, para hacer un poco menos visible el plumero de su poderío económico sobre el político. El “clásico” quiere llenar las calles de cámaras. Ea, de buenas a primeras, todos actores de cine. Y el maquillaje (el de disimular la consistencia de la faz) ¿quién lo paga? Hay que ser bruto, sin ser actor de Leone. Por eso y por su oposición a que los fabricantes de control horario vendan unos miles de maquinitas. Al fin y al cabo, también son empresarios ¿no? Ya, vale. No es por eso. El problema es que los empresarios, todos, estos también, tengan que pagar las horas extras. Eso sí que les duele.
Pues “cautivos” son todos. El tercero, del tranvía, su obsesión. Eso que ya no manda su partido en la Junta, lo que rompe la dinámica de reclamar sólo cuando gobiernan “los otros”. Cosas veredes. Con “unos” u “otros”, cambiar metro por tranvía es una “puñalá trapera” a Sevilla. Tirar el dinero de la ciudad para ahorrárselo a la Junta y al Gobierno es impropio de un ayuntamiento, aunque muy propio de los últimos que nos ha tocado sufrir. “Pues, anda que tú…”; que Beltrán también se las trae, porque no son sólo las cámaras. Si estuviera aquí Osio para calificarlo... que pena, con lo certero que era. Pues la estrella del PP no son las cámaras, esta es la secundaria. La protagonista, tanto que para eso hacen falta muchas cámaras, es decretar ayudas a las familias numerosas. Claro, así habrá más gente para engrosar los censos del Área metropolitana. Porque nadie habla de liberar espacio, de promover más viviendas, de frenar la especulación. Y, a los precios alcanzados por la vivienda, las de Emvisesa incluidas, un presunto aumento de nacimientos no incidirá en el censo de la ciudad, que seguirá perdiendo habitantes en busca del derecho constitucional del que el PP no quiere ni oír hablar. Lo mismo que los demás, pero estos no se cortan.
Así, “que bien”. Entre tranvía, mediometro (o menos), cámaras, promocionar habitantes para los pueblos de alrededor, gobernar para la actividad especulativa-contaminante -que siempre justificará contratar con empresas de medio-descontaminar para mantener la necesidad de volver a contratar-, mantener la gratuidad de horas extras, aprobar todas las subidas eléctricas y todos los abusos bancarios. Y otras “pequeñeces” por el estilo -por el nulo estilo-, el panorama, más desolador que el del Oeste de John Ford y Sergio Leone, invita a no votar, a no pisar siquiera la acera de los colegios electorales. Craso error, porque eso les beneficia. Hay que pronunciarse, hay que votar, pero votar es elegir, seleccionar, en definitiva: decidir, para evitar en lo posible tanto des-hacer de estos políticos de tres al cuarto.