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Hablillas

Primeras lecturas

En cualquier caso, la evolución, la modernidad nos permite admirar y valorar aquellas publicaciones, aquellas primeras lecturas que luego fueron libros.

Durante una conversación es raro no tirar de recuerdos. En cualquier momento se ovilla aún más ese hilo conductor que nos une a nuestro interlocutor y que al mismo tiempo desata o libera las imágenes de nuestro pasado más hermoso, el de nuestra infancia. Es un tiempo feliz porque aunque las circunstancias hayan sido adversas, la mente de un niño crece alimentando su imaginación a partir de lo que descubre al preguntar, con las respuestas que le dan pero cuando realmente se le manifiesta es con la lectura.

Desde el momento en que somos capaces de entender lo que estamos leyendo construimos su propia historia, la llenamos de imágenes que rescatamos en momentos concretos de nuestra vida, por ejemplo cuando recordamos las primeras lecturas, textos que forman parte de nosotros, como el color de los ojos o la sangre. Resurge la cartilla, aquel hada con cucurucho en la cabeza y un cepillo de dientes en lugar de varita mágica, los primeros cuentos que vimos más que oímos, porque nos los habían contado mamá o la abuela y los primeros tebeos, cuyos personajes podían moverse a pesar de vivir presos en una viñeta.

Pasados los años lo único que los diferencia de los actuales es la impresión. El resto es igual dentro de la propia evolución. El Capitán Trueno y el Jabato se han reeditado, Tintín ha dado el gran salto a 3D y Mortadelo y Filemón nos han hecho reír en la pantalla igual que lo hacen desde el papel. Aquellos tebeos, aquellas revistas infantiles incluían secciones que enriquecían entreteniendo a cuantos ojos atrapaban sus páginas, aunque las féminas ya adolescentes tenían las propias. El contenido estaba enfocado a su futuro como hija generosa, hermana amable, novia ilusionada y esposa solícita pero algo mandona, con el humor más blanco por bandera.

De aquella época vuelven Azucena y Sissi, como la película. El papel, amarillecido por los cincuenta y cinco años que cumplió el pasado mes de abril incluía moda, historias de amor, parejas famosas, actrices y actores del momento de los que hablaban a lo largo de varias entregas. De esta forma se garantizaba la compra a la semana siguiente. Las tiras cómicas caricaturizaban a mujeres jóvenes muy hermosas pero muy al estilo del ama de casa americana, como la popularizó el cine.

El protagonismo del séptimo arte en estas revistas era la forma de llevarlo a los ojos de estas futuras madres de familia cuando aún no estaba a su alcance por razones de edad y aptitud. Para muchas fue el refugio donde huir tras el trabajo agotador de la jornada y más tarde de la rutina. Al final incluía un test de valoración personal. Es fácil advertir su similitud con las revistas actuales -tipo “cuore” por ejemplo- en el contenido y en la forma, si bien hoy el lenguaje es más coloquial y el fin moralizante se encuentra un tanto escondido. Sin embargo ha desaparecido el correo de la amistad, direcciones acompañadas de una fotografía que solicitaban una relación epistolar con un ilusionante final feliz, porque Internet y el correo electrónico las facilitan o las favorecen desde la virtualidad.

En cualquier caso, la evolución, la modernidad nos permite admirar y valorar aquellas publicaciones, aquellas primeras lecturas que luego fueron libros. Y recordamos la dulce, inocente e impaciente espera que nos separaba del próximo número mientras nos avisa la alarma del correo electrónico. Lo mismo.

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