Las bromas o cómo nos marca el destino. La coincidencia en la dirección de los lemas, más que nada es chocante, si no es provocada, que no será, que somos muy malpensados. Lo cierto es que la coincidencia en realidad es complementariedad. Ahora, si los lemas se complementan… a ver si se complementan los partidos, es decir, los programas. A ver qué dice la margarita. Hasta ahora los partidos se vienen complementando a partir del número, en primer lugar. El número es el que hace la mayoría y sólo cuando dos la suman es posible el acuerdo. Las ideas, los programas, el deber, las necesidades de los votantes, que no van a votar sólo para pagar un sueldo a los concejales, es de menor importancia. Ni siquiera es el segundo factor, porque el segundo factor es el “encaje”, el acuerdo de reparto, los puestos a conceder al socio y por tanto el número. Porque es fundamental qué puestos, pero más aún cuantos. En el caso municipal, cuantas concejalías. Y si cae alguna tenencia de alcaldía, mejor.
La coincidencia de lemas, que en carteles contiguos ha evidenciado su continuidad, será casual. Seguramente. Pero ¡qué casualidad! El partido que nunca quiso la Autonomía para Andalucía y se ha esmerado en desactivarla, para mejorar la acogida del que no quiere autonomías ni bendecidas por Su Santidad, que estuvieran. En el caso municipal tiene mucho calado el sentimiento; y el sentimiento es autonómico, el andaluz y el local por igual; por lo mismo es de servicio.
De servicio al ciudadano, nada que ver con servirse del ciudadano. Servir al ciudadano significa cuidar la ciudad durante los cuatro años de mandato, no solamente los dos meses previos a las elecciones; significa cumplir compromisos, significa pensar en lo que más conviene a la ciudad, antes, mucho antes que lo que conviene a la ética del partido (si la tiene), a la estética de la ciudad por encima de la del partido. Ejemplos, háilos: vivienda, servicios, escuela, respeto a la idiosincrasia, a la historia, a la cultura de la ciudad; no retocar lo que está bien sino reparar lo que esté mal. Pensar en sus valores, en todo aquello que la pone en valor, que la mejora y la hace más atractiva, con todo respeto a su estructura, a su urbanismo, a su devenir histórico, en vez de acuchillarla con novelerías que no aportan ni siquiera modernidad, cuando una supuesta y falsa modernidad desfigura sus perfiles naturales y destruye más que construir. Facilitar la movilidad sin provocar perjuicios a nadie. Hay más. Pero esto no es un programa electoral, aunque debería ser añadido a los existentes. Sevilla está falta de una mentalidad progresista. Lo contrario de destructiva que es egoísta, ególatra y regresiva. Que valore y ponga en valor los valores de la ciudad, desde el río a su arquitectura propia, nada que ver con edificios adocenados y faltos de imaginación, por muy “moelnos” que puedan ser.
La quiniela está echada. Ahora empiezan las “rondas” de conversaciones en que todos pueden demostrar lo que valen. No saben los partidos cómo se les agradecería menos pelear por el reparto de funciones y sillones, y más por la calidad de los servicios a que se comprometieron cuando aceptaron figurar en una lista.