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Hablillas

It girl

Lo de “irse de compras” no se estilaba pero sí ver los escaparates y copiar el modelo que harían unas manos habilidosas.

Estas dos palabras forman una expresión inglesa, dos monosílabas que día a día nos tenemos que merendar por obra y gracia de los extranjerismos que adopta nuestra lengua como signo de evolución o modernidad. Con todo respeto, acatando estas disposiciones postizas del lenguaje, lo cierto es que huyo de la costumbre, del uso y  el abuso de ellas porque no las necesitamos. El significado de este par, de este dúo formado por un pronombre y un sustantivo, sirve para referirse a una joven popular, del momento, que no de moda. La lista, mucho más larga que la hoja de este periódico, se incrementa día a día con nombres y caras nuevas, chicas monas que, según los especialistas dan lecciones de estilo, es discutible, poniendo como icono a Sara Carbonero, lo cual no es ya discutible sino motivo de pelotera. Ella tendrá futuro como periodista deportivo pero su estilo es el que le imponen las marcas que luce para hacerse la foto. Como no se le ven los ojos, pues la apreciación de su aparente y manoseado glamour se extravía un poco.

Este tipo de chicas –todas iguales, es decir, muy delgadas, no muy altas y con el pelo muy largo- aparecen, se crean para ser imitadas, para motivar el deseo en las de menor edad de parecerse a ellas empezando por su estilo. El de este año es muy militar, con botas, pantalones estampados tipo camuflaje y chaquetones parcas, o sea, botas de reglamento, ropa de campaña y gamberro. Tal vez estas líneas resulten exageradas, incluso puede que dibujen alguna que otra sonrisa pero lo cierto es que veo este modelo que llaman “casual” con los ojos de la madurez y con el recuerdo de la frase que definía no hace tanto a estas “it girls”: las que sacaban la moda.

Así se las conocía, porque decidían, por ejemplo, cambiar el cinturón por una cinta de terciopelo y anudarla con una doble lazada, porque se quitaban las vueltas de los calcetines Sports y se los estiraban más arriba de las rodillas, porque se acortaban la falda unos centímetros para que se viera un espacio del muslo, porque acortaron también el jersey o el pulóver pasando a llamarse “minipul”, porque mezclaron con gracia los colores o porque salían con el bolso de su abuela. Las menos jóvenes comentaban que estaban locas pero lo cierto era que admiraban su personalidad, que no les importaban los dimes y diretes, los prejuicios. Sabían que en poco tiempo las imitarían. En cierto modo, abrieron las puertas de la espontaneidad y el desenfado de manera decente y comedida. Definieron un estilo propio y a su manera dieron esas lecciones de estilo marcando unas tendencias dentro de las limitaciones de la época, ya que los armarios no se veían faltos de ropa pero con un par de ellos se aviaba toda la familia.

Lo de “irse de compras” no se estilaba pero sí ver los escaparates y copiar el modelo que harían unas manos habilidosas. La oferta no era comparable a la actual, la moda era muy concreta, con nombre y apellido, con pase privado en salones palaciegos. Hoy todo es distinto, más asequible, extraordinario y espectacular. Actos o eventos que alimentan ilusiones, en los que se dice “outfits” en lugar de vestimenta o ropa, “look” en vez de aspecto y “vintage” por clásico o usado. La que permanece es “chic” que se enfoca hacia la elegancia y atrás o casi olvidadas han quedado “camp”, evocadora de exageración cuyo icono fue Carmen Miranda, y “kisch”, referido a lo pasado de moda. Lo que les ocurrirá a estas “it girls” en menos que canta un gallo. Con todo respeto.

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